El umbral moral de los militantes de este partido es muy alto”. Así se pronunciaba una alta dirigente del partido que hoy nos gobierna. Y lo manifestaba justo cuando se acababa de descubrir que había mentido en su currículum y lo tenía que cambiar a toda prisa, aunque no la suficiente como para evitar que fuera descubierto el fraude. El mensaje que trataba de colocar la interfecta es que ellos no son iguales que aquellos del partido adversario, que esos sí que son de ínfima catadura moral, como acababa de demostrarse con el también reciente descubrimiento de idéntico fraude de otra alta dirigente de la oposición. Ni la una ni la otra tenían las licenciaturas, por pares además, de las que presumían. Tardó poco en aparecer la falsificación perpetrada por el presidente territorial del partido de la susodicha y por lo tanto superior jerárquico suyo. Este señor se había declarado poseedor de un título, falsificando el diploma correspondiente, (aprovechando de paso para falsificar otro para su mujer) para acceder a un cargo público. Es decir, el superior en el partido había incurrido en el mismo fraude por lo que carecía de autoridad moral para ejercer ningún tipo de admonición al efecto sobre la compañera en trampas.
Lejos quedan ya aquellos tiempos en los que un diputado podía poner como único argumento en su currículum que era fresador, porque sus demostradas virtudes y valores lo avalaban con toda suficiencia y no necesitaba más. Se llamaba Marcelino Camacho. Hoy, a falta de esas virtudes, el personal necesita adornarse con bisuterías espurias.
Este tipo de situaciones pueden explicar, a su vez, otras aún más graves, como la que se produce en el siguiente caso: una ministra del actual partido en el gobierno es descubierta en un plagio en un máster y en una falsificación de notas. Pillada en la trampa, dimite. Pero el presidente del gobierno la premia con una embajada en Washington, con el doble de retribución que la que obtenía como ministra. Sintiéndose respaldada, decide llevarse a su marido para colocarlo en la asesoría jurídica de la embajada, sin tener formación específica para el cargo, haciendo un dos por uno. El esquema se repite. En este caso, el superior de la ministra, actual presidente de gobierno, había sido acusado anteriormente de plagio en su tesis doctoral.
Pero siendo graves las mentiras y falsificaciones, lo es aún más el darlas por buenas por quien teniendo autoridad para poner coto a tales desmanes, los zanja incluso con premios. Cabe deducir entonces que la trampa y el fraude están instalados en el sistema, por cuanto los superiores incurren en los mismos vicios y no cuentan por tanto con ninguna autoridad moral para atajarlos, pues compartes idénticos códigos éticos.
Y el problema se contempla en toda su dimensión cuando el partido conquista el codiciado trofeo del poder y logra embridar la poderosa máquina del estado. Es entonces cuando se produce esa especie de “reparto del botín”, momento esperado por los trileros del currículum para tomar su parte. Algunos ni se habrán molestado en adornar su historial, pensando que sus servicios al partido han debido ser suficientes. Así, nos encontraremos con algún agraciado que ha ostentado el ministerio de cultura sin ser titulado universitario. Y luego están los del currículum creativo, que se postularán para cargos acordes con sus titulaciones inventadas. No se sabe cuántos de esos beneficiados habrán conseguido sus títulos en buena lid, pero las listas ya están circulando por ahí.
El reparto de cargos y empleos a dedo tiene unas dimensiones mayores de lo que la gente de la calle sospecha. Según el Ministerio para la Transformación Digital, el gobierno actual cuenta con 1.262 asesores y 11.772 funcionarios colocados a dedo. Todos ellos vinculados de una u otra manera al partido que gobierna, sea como militantes, simpatizantes directos o familiares, sin pasar por ningún proceso de selección que tenga en cuenta el mérito o capacidad para ocupar el cargo. Y esto representa una especie de robo a toda esa gente que se ha preparado y cualificado durante años y que se ven privadas de ocupar esos cargos en favor de personas premiadas por servir a su partido y que han podido “adornar” su historial curricular por carecer de cualificación.
Por ello, hoy es muy pertinente aquella frase que dirigía Julio Anguita a los militantes de su cuerda: “Votad al honrado. Aunque el vuestro venga con la hoz y el martillo, si es un ladrón, no lo votéis, votad al honrado”. Pero, ¿cómo distinguir al honrado? Oyéndolos hablar, todos aparentan ser excelentes servidores del estado. Sin embargo, según el reciente informe sobre prevención de la corrupción del Consejo de Europa, España incumple los 19 puntos analizados. Parece que España es un buen lugar para los tramposos de la política.