El farmacéutico de Boecillo -reconocido en los Premios Bueyecillo- hace un repaso de sus comienzos y de cuatro décadas en el municipio, así como la evolución de su profesión
Natural de Campaspero, Jesús García siempre tuvo claro que dos de sus grandes pasiones eran la naturaleza y el mundo rural. Así, decidió estudiar Farmacia en Salamanca. Después llegó a Boecillo por una casualidad del destino. Desde entonces, ha estado cuatro décadas al frente de su negocio sin descanso. Esta trayectoria le llevó a recibir este verano el Premio Tradición en los VIII Premios Bueyecillo. Jesús es una persona caracterizada por su cercanía y atención a sus vecinos, y ahora da conocer su visión humanista del negocio farmacéutico, su trayectoria profesional y explica cuál será el futuro de la farmacia, cediendo el testigo a su hijo Fernando.
¿Por qué decidiste estudiar Farmacia?
Siempre he estado vinculado a la naturaleza. Me gustaba la física, la química y también tenía un tío que se dedicaba a ello. Además, tenía una relación muy cercana con el farmacéutico de Campaspero. Finalmente me decanté por ir a Salamanca para empezar farmacia. Además, me metí de lleno en el mundo deportivo, practicando artes marciales y pelota mano. Durante años he sido uno de los máximos exponentes de este deporte en Castilla y León. De hecho, estuve bastante implicado en la construcción y puesta en marcha del frontón de Laguna de Duero.
¿Cuál era su relación con Boecillo antes de poner en marcha la farmacia?
No conocía Boecillo. Para mí, Laguna era como una especie de frontera. Cuando terminé farmacia quería ser farmacéutico rural y en aquella época había muchos pueblos que no habían tenido nunca una. Cuando me destinaron aquí no sabía ni donde se encontraba el pueblo, era la décima parte de lo que es ahora a todos los niveles. Boecillo ha crecido mucho sobre todo desde hace 40 años. Cuando yo vine en 1983 Laguna ya había dado el ‘boom’ y tenía censados más de 5.000 habitantes, mientras que Boecillo solo tenía 500. Por entonces la única farmacia cercana que existía era la de Laguna. Me llegaron a ofrecer incluso la posibilidad de ejercer como farmacia de guardia no solo para Boecillo, sino también para Laguna de Duero y el entorno.
Gracias a que vivo aquí he podido seguir disfrutando de la naturaleza, todos los años hacemos visitas para conocer el ecosistema de Boecillo dentro del Plan de botánica. Así conocemos tanto plantas medicinales como en general, además de las rutas micológicas. Es un municipio muy ventajoso porque está rodeado de monte y pinares, sin perder el contacto con la capital provincial.
En estas cuatro décadas, ¿Cómo valora la evolución del municipio?
Boecillo era un pueblo muy humilde hace 40 años. Muchos de los vecinos eran trabajadores de los Condes de Gamazo, ganaderos y obreros muy vinculados a FASA y al mundo de las areneras. Sin duda muy buena gente, pero también con una vida sufrida. Mi pueblo natal era agrícola y cantero pero había un poder adquisitivo mucho mayor, porque los terrenos estaban mucho más repartidos. Aquí era algo más parecido a un latifundio. Es cierto que ha tenido la suerte de estar al lado de Valladolid y con el paso de los años ha venido mucha gente joven con niños. Cuando yo vine, una maestra daba clase a varios cursos en los que podía haber 4 o 5 niños. Ahora eso ha cambiado y hay mucha vida joven. También a nivel adquisitivo ha existido una gran transformación.
Cuando recibió el premio Bueyecillo, destacaron su cercanía con los vecinos.
Es una de las premisas que debe tener un farmacéutico, médico o cualquier sanitario. Tienes que ser ante todo muy humanista. A mí me educaron en una formación científica, no para hacer dinero. Siempre que alguien necesita algo, el buen farmacéutico suelta de lo suyo si hace falta por ayudar, no por vender. La farmacia está concebida para ganarse la vida y ayudar a los demás, no para enriquecerse. Hace cuatro décadas, en los pueblos pequeños la situación de las farmacias era mucho peor. Aunque eso sigue pasando hoy en día dentro de pueblos pequeños que se están quedando en botiquín de las grandes farmacias de pueblos cercanos.
Pese a que en lugares con más población puede ser una profesión estable, no es oro todo lo que reluce. Las farmacias son vitales para un país, y en pequeños pueblos y el entorno rural son esenciales e importantes para la economía local. Hay que darle a los pueblos la importancia que merecen. Es evidente que el mundo rural necesita mucho trabajo y gente que tenga una mentalidad fuerte. A muchos políticos se les llena la boca con la apuesta por el mundo rural, pero después no hacen nada.
Seguramente en Boecillo conoce a cada cliente y casi sus tratamientos…
Exactamente. En los pueblos, al contrario que en las farmacias de las ciudades, se es más altruista, ya que conoces a los vecinos y existe un seguimiento continuo. Nosotros, por ejemplo, somos también expertos en nutrición. Las farmacias están para dar consejos, por lo que animo a la gente a que se acerque a ellas a preguntar las cosas.
Tras cuarenta años al frente de la farmacia, ¿qué futuro le espera a la farmacia de Boecillo?
Yo ahora mismo estoy casi en la reserva. Mi hijo también es farmacéutico y nació aquí, es de Boecillo y su entorno es este, fue aquí al colegio y conoce a todos los vecinos. Yo le seguiré apoyando y ayudando en esa transición, porque las farmacias también tienen muchos inconvenientes y tienen su parte sacrificada. Sin ir más lejos yo, en 40 años, apenas he tenido vacaciones.