El joven lagunero de 26 años ha conseguido aprobar la oposición a Judicatura en menos de cuatro años de preparación, siendo de los primeros de su promoción en lograrlo
Las oposiciones a Judicatura son conocidas por su dificultad, con un vasto temario que estudiar y unas exigencias exhaustivas en los exámenes. Sin embargo, Nacho Ruiz Villar (Valladolid, 1996) explica que existen muchos más factores que el intelectual a la hora de aprobar estas pruebas. Tras largos años de sacrificio, el lagunero comenzará en unos meses su formación en la Escuela Judicial de Barcelona y en menos de dos años arrancará su carrera judicial.
Natural de Laguna de Duero, Nacho Ruiz creció en el pueblo con distintas aficiones que mantiene hasta la actualidad. Una de ellas es el bádminton; desde su adolescencia empezó a practicarlo en el Polideportivo Municipal como actividad extraescolar y ahora continúa en el nuevo club del municipio. Otra de sus aficiones fue la lectura sobre el mundo romano y las películas de suspense. Este pasatiempo fue el que le dirigió hacia el derecho y la jurisdicción.
Como anécdota, Nacho recuerda que le gustaba el reality show ‘De buena ley’: “Era un programa que se emitía a la hora de comer donde simulaban juicios y me llamaba la atención”. También reconoce que desde su etapa en bachillerato tuvo clara su vocación por la judicatura: “Una vez que me decidí por humanidades y el derecho, siempre quise enfocarme hacía la carrera de juez o fiscal, nunca pensé en ser abogado”.
Tras casi cuatro años dedicados íntegramente a la oposición, el graduado en Derecho por la Universidad de Valladolid manifiesta su felicidad al sentir una gran estabilidad personal y profesional. “Todavía no lo he asimilado, pero es una satisfacción después del trabajo y el tiempo dedicado. Además, es un alivio saber que podrás trabajar en algo que te gusta de manera indefinida”, señala el lagunero.
Aunque Nacho haya conseguido pasar el examen con tres años menos que la media nacional, destaca que para conseguirlo no existe una fórmula mágica más allá de la constancia y la seguridad en uno mismo: “Los exámenes tienen un importante grado de aleatoriedad, depende de con quién compitas ese día, cómo sea el tribunal, qué temas te toquen e incluso los aprobados que se hayan dado”.
Una de las figuras clave son los preparadores, jueces que guían a los opositores tanto profesional como personalmente. En el caso de Nacho, contó con magistrados de la Audiencia Provincial de Valladolid que le guiaron durante los meses. “Los lunes y jueves iba a clase a realizar simulaciones del examen oral, lo que en la jerga se conoce como cantar los temas”, apunta el juez en ciernes.
La rutina del lagunero consistió en una concentración gradual en la oposición. Los primeros meses fueron más distendidos para terminar con una rutina de estudio de más de diez horas durante los siete días de la semana. “Sí que intentaba salir a jugar a bádminton o dar un paseo, pero fui quitando la vida social poco a poco. Hay veces que perderte algún viaje o evento específico sí que dolía un poco más, pero se intenta sopesar fríamente”, reconoce.
Hace cuatro años se graduó en Derecho en la Universidad de Valladolid, la cual tiene una de las mejores estadísticas anuales de aprobados de judicaturas y abogacías del estado. “Además de la buena docencia, quizá se deba a que se ha mantenido un Plan Bolonia híbrido, en el que las asignaturas siguen siendo anuales en lugar de cuatrimestrales. Esto hace que, según algunos alumnos, la carrera sea un poco más exigente”, sugiere el lagunero.
Sobre sus años en la carrera, reconoce que siempre consiguió buenas calificaciones: “No considero que fuera ni mucho menos una rata de biblioteca, salía con mis amigos los jueves, viajaba y tenía una vida social normal. También me esforzaba mucho por conseguir seguir becado y no me podía permitir el lujo de suspender asignaturas”. Sin embargo, apunta que la etapa universitaria no tiene que ver con la oposición: “La oposición es una ‘tumba de matrículas de honor’ y no siempre aprueba el más brillante. No son un juego justo, pero nosotros decidimos jugarlo”.
También señala que no se suele tener en cuenta el condicionante económico y personal de estas pruebas, ya que en las oposiciones del grupo A es prácticamente imposible compaginar su preparación con otra formación o trabajo. “Se trata a los opositores como si fueran máquinas de estudiar y no existe un sistema de becas eficaz para prepararse. Existe un coste importante a la hora de comprar temario, suscribirte a una lista de actualizaciones o contratar a un preparador”.
Tras pasar la difícil etapa de opositor, el joven lagunero se trasladará a la Escuela Judicial de Barcelona durante un año y después completará otro de prácticas en los juzgados como juez sustituto o magistrado suplente. Dentro de las diferentes materias se considera polivalente, aunque tiene claras sus preferencias: “La jurisdicción penal es la que me atrae más, también la social y los juzgados de menores. Aunque tendré que experimentarlo en persona, me veo trabajando en un juzgado de primera instancia civil o en un juzgado de lo penal”.
Por último, el lagunero tiene claro que los tres pilares fundamentales sobre los que se asienta una buena carrera judicial son la templanza, la justicia y la humanidad. “Los juristas tenemos un patrón que es Raimundo de Peñafort, que decía que la justicia es dar a cada uno lo suyo, ni ser más benévolo ni ser más severo, ser aséptico y aplicar el derecho con temple”, explica Nacho.
Sin embargo, destaca que un juez no es una máquina dispensadora de sentencias, sino que trabaja para la sociedad y tiene que tener un grado de sensibilidad social. “Con esto no me refiero a que haya que absolver a todos porque el mundo es maravilloso, sino afrontar las cosas con humanidad”, concluye.