Eugenio Díez Nieto celebra los 100 años en Laguna, su municipio de acogida, haciendo un balance positivo de toda una vida dedicada al sector ferroviario
Con la misma ilusión con la que recorría los pueblos de Valladolid en su vieja bicicleta, y en el mismo sillón donde la literatura le ha acompañado durante décadas, Eugenio Díez Nieto acaba de pasar una de las páginas más importantes de la novela de su vida. Se cumplen 100 años de su llegada al mundo, un frío 12 de febrero de 1920, en Matapozuelos. Todo un siglo de vivencias que superan ya, en tiempo y en intensidad, a la trama de la obra maestra del gran Gabriel García Márquez.
Eugenio Díez vivió durante años en Venta de Baños, donde trabajó, desde joven, como vigilante en el sector ferroviario. Por aquellos tiempos, la recién estrenada RENFE contaba con un cuerpo de guardias jurados armados que dependían de la Guardia Civil para proteger convoys y estaciones. En cuanto pudo, Eugenio se trasladó a Valladolid –“donde siempre quise estar”-, y donde prestaría servicio en la Estación entonces llamada de ‘Argales’. Aquí tuvo ocasión de vigilar trazados actualmente desaparecidos, como el de la línea de Ariza, que tuvo su famosa parada en Laguna de Duero.
Aún a día de hoy Eugenio recuerda grandes anécdotas de los años de posguerra, en los que tuvo que lidiar con “el robo de lingotes de unos vagones en el Pinar de Antequera” o cuando perdió dos días de empleo y sueldo por responder indebidamente a un superior. “Había mucha severidad, aunque lo que primaba era el compañerismo”, recuerda. En este período el lagunero era, además, buen jugador de billar y aficionado del Real Valladolid, conjunto cuyo juego disfrutaba en el antiguo José Zorrilla.
Si hay algo que acompañó a Eugenio desde muy joven fue la pasión por la lectura. Ya en sus tiempos de vigilante leía todo lo que caía en sus manos, y presume de no haber dejado de leer el periódico en décadas. Esta afición le ha llevado a mantenerse activo mentalmente durante los últimos 20 años, en los que se convirtió definitivamente en vecino de Laguna de Duero, donde vive junto con su familia. “Posiblemente está tan lúcido por leer tanto”, señalan en su entorno, destacando que es capaz de terminar con una trilogía entera en una semana. Lo hace a través del único ojo que dispone con buena visión después de una operación de cataratas.
Pese a ligeros inconvenientes, Eugenio ha llegado a los cien años con buena salud y una independencia envidiable. Tiene, como hábito diario, salir a caminar por el municipio, lo cual le mantiene ágil. “Yo he recorrido miles de kilómetros por todo Valladolid en bicicleta”, recuerda nostálgico, al tiempo que insiste en que fue conductor hasta pasados los ochenta años. En todo este tiempo, Eugenio ha visto cambiar mucho el entorno, pero si algo le sigue gustando es nuestro pueblo –“donde se vive muy bien”- a la hora de recorrer sus calles y parques. Un hábito que seguirá acompañándole, al igual que los personajes de sus novelas.