La lagunera, afincada actualmente en Oslo, lleva más de diez años viviendo fuera de España, siendo Francia su segunda casa, aunque también ha pasado por Italia, lugares todos ellos que le han abierto la mente y han sido clave en su vida artística.
Aficionada a la fotografía desde niña, Marta Gigosos compró su primera cámara digital a los 17 años, un primer paso en este mundo que le llevaría a aprender a usar la antigua réflex analógica de su padre y, con ello, a dar rienda suelta a su gran pasión.
A través del objetivo y de manera autodidacta, la lagunera sentó las bases de su futuro mediante los juegos de luces, los encuadres y su creatividad, siendo los paisajes y la naturaleza su fuente de inspiración. Además, el circo también se convirtió en musa de esta fotógrafa, ya que le permitía plasmar su propio estilo «con mucha libertad al tiempo que trabajo para otros». Su hermano Miguel, circense profesional, fue quien le introdujo en este universo, y a partir de ese momento comenzó a hacer contactos que la llevaron, junto con su sed por viajar, descubrir y conocer nuevas culturas y países, hasta Francia, concretamente a Toulouse, donde ha vivido durante de diez años.
En un principio, su idea era pasar un par de años allí, «e irme cuando ya tuviera el idioma asentado», pero «la riqueza cultural de la ciudad, su apertura de mente y sus posibilidades fuera de lo común, así como su trabajo en el grupo musical Houba Rock n’Drums» la atraparon, hasta que, una vez más, el Covid hizo de la suyas y cambió la vida de esta joven, quien se vio obligada a buscar otras alternativas y acabó trabajando en un hotel de Noruega durante seis meses, donde conoció a su pareja, con quien ha pasado ocho meses en Italia y con quien ahora reside en Oslo.
Así, tras aprender francés, inglés y algo de italiano, el noruego es el reto actual de esta lagunera, quien admite que el hacerse con los idiomas le resulta «bastante sencillo». «Cuando llegué a Francia no quería juntarme con españoles para poder practicar el francés, y enseguida pude controlarlo, pero en Noruega es muy difícil practicarlo, ya que todo el mundo habla inglés y hay que forzar la situación para hablar noruego, aunque estoy segura de que en unos meses podré manejarme».
Pero el idioma no es la única diferencia que ha encontrado después de conocer estas culturas, y es que si algo echa de menos es el carácter campechano y cercano de sus paisanos. «A pesar de que mis círculos y experiencias han sido maravillosas con la gente que he conocido, es cierto que la forma de ser, aparentemente abierta, de los españoles, no la encuentras en los franceses, y mucho menos en los noruegos. Son más reacios a un primer contacto si no hay razón para ello y tienen muy presente la idea del espacio vital y que nadie debería cruzarlo, mientras que nosotros somos muy dados a hablar con el primero que pasa, y eso se agradece al menos cuando es a lo que estás acostumbrado; es una necesidad de socializar muy diferente y reducida, pero cuando se abren son adorables y hospitalarios».
En cuanto al aspecto laboral, afirma que «cualquier país es mejor que España, por lo menos en mi caso y teniendo en cuenta mis intereses». «En Toulouse hice mis contactos en Lido, la escuela de circo, y eso me abrió muchas puertas, mientras que en Oslo llevo poco tiempo y aún no he podido hacer contactos. Sí que he vendido alguna foto, pero todavía no he trabajado en ninguna sesión o vídeo». Aunque esto no frena a la lagunera, quien, cámara en mano, hace algún que otro trabajo por su cuenta, como el calendario anual que elabora con las fotos de sus viajes -compartiendo así sus dos pasiones, la fotografía y viajar- y que este año ha tenido como temática Valladolid. Además, también colabora con un ensamble de música clásica de Suiza llamado Brezza, donde toca su hermano Pablo.
Lo que tiene claro Marta es que sus experiencias en el extranjero han sido «fundamentales» para ella, ya que según revela «soy lo que soy por lo que he vivido y dónde lo he hecho». «Me he nutrido de estar viajando, conociendo a otra gente y otras culturas, lo que ha influido en mi vida artística y en mi mente, haciéndome más abierta a que las cosas no sean como uno está acostumbrado, sino a observar y aprender de ello». Y aunque su espíritu libre aún no tiene claro cuál será su destino definitivo, sí que sabe que en Francia está su vida, pero no descarta abrir las puertas a otro país y seguir aprendiendo.