23 de julio de 2025
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‘Los chimpancés y la política’, por Javier Palomar

Javier Palomar

22 de julio de 2025

A finales de los años setenta del pasado siglo aconteció una notable historia que pasó enteramente desapercibida. Un individuo llamado Yeroom, líder de su comunidad, que había ostentado el poder en la misma durante muchos años, veía como intentaban derrocarlo. Su liderazgo, autocrático, había ido generando un progresivo descontento y uno de sus rivales, más joven y ambicioso, reunió en torno suyo a un grupo de simpatizantes. El poder de Yeroom se debilitaba a medida que crecía el de su rival. Finalmente, el joven ambicioso tomó el poder, ofreciendo astutamente a Yeroom un puesto de jerarquía bajo su mando. El viejo líder aceptó; pero a espaldas del nuevo jefe, buscó Yeroom una alianza con otro joven rival, Niki, y juntos lograron derrocar al nuevo líder. Niki se convirtió en el nuevo mandatario de la comunidad, aunque quien siguió mandando de verdad fue el viejo Yeroom.

Esta historia podría pasar por una crónica corriente en el ámbito de la política si no fuera porque sus protagonistas formaban parte de una comunidad de chimpancés de un zoo de los Países Bajos. El primatólogo Frans de Waal fue quien se dedicó a estudiar a estos chimpancés, llegando a la conclusión de que la Política es más antigua que la propia humanidad.

Resulta que habíamos subestimado las capacidades de nuestros primates primos. Considérese al efecto el caso de “Congo”, un chimpancé que logró colgar cuadros de su propia factura en importantes museos de Londres. “Congo”, alentado por el etólogo Desmond Morris, desarrolló unas inesperadas capacidades artísticas pintando sus propios lienzos, incorporándose a la corriente del expresionismo lírico abstracto. Algunos de sus cuadros se vendieron por más de 20.000 dólares, una cifra que jamás lograrían soñar la mayoría de los humanos productores de arte.

Y volviendo a la mundana lucha por el poder, parece ser que todavía no nos hemos diferenciado suficientemente de los chimpancés. Lo que hacemos los humanos cuando se trata de “poder” es básicamente lo mismo que nuestros primos de la selva; a saber: líderes fuertes luchando por el control de la colonia; líderes débiles buscando alianzas entre ellos para doblegar a los líderes fuertes; líderes fuertes buscando lo mismo con otros inferiores que también quieren medrar; líderes grandes engañando a otros pequeños con puestos de gobierno u otras prebendas para seguir ellos gobernando; líderes derrocados siendo premiados con puestos cerca de los nuevos amos, que quieren tenerlos controlados, atados en corto… Toda esta panoplia de recursos políticos nos la podrían haber enseñado nuestros primos, pues ya lo vienen haciendo antes que nosotros. Y todo esto ¿para qué? Pues viendo lo que gratifica al macho alfa, comprobamos que lo que obtiene ejerciendo su dominio es el acceso preferente a alimentos y sexo con las hembras del clan. En los sapiens no parece ser tan diferente; lo primero, lo conseguimos los humanos con dinero. Y si tomamos en consideración que la mayoría de los ministros no serían capaces de ganarse la vida fuera de su partido, el acceso al dinero que da el poder es palmario. Y de lo segundo, podrían preguntar a cierto exministro que tenía en nómina a señoritas de compañía que viajaban con él, junto con su maleta, para hacer más llevaderas las aburridas reuniones ministeriales. Podría, pues, afirmarse que la política de nuestros líderes es la política del chimpancé; tal vez más sofisticada; más pulcra en apariencia; con el añadido de una pasión desmedida por el poder en algunos casos patológicos (no hará falta poner ejemplos). Dada la tendencia de los humanos a las algaradas cuando algo les desagrada, los líderes sapiens han logrado hacer creer a la colonia que no se han subido al machito por las bravas, sino que es la propia colonia la que los ha elegido. Lo han llamado democracia. Pero lo cierto es que los “machos alfa” de la política humana no los crea la colonia. Incluso se sospecha que son ellos quienes eligen a la colonia, y no al revés, regalándola el oído con las cosas que a la comunidad le gusta oír. Los líderes emergentes están ahí, camuflados en la espesura de esas plataformas de lanzamiento que llaman partidos políticos, hasta que llega su momento. Entonces, se abren camino entre la mediocridad circundante, y arropados por sus congéneres de partido, que sienten que serán llevados a la tierra prometida del poder por un nuevo mesías, ponen en marcha una maquinaria que tienen siempre con la itv a punto, dispuesta para cuando llega el momento de estimular a la colonia induciéndola, como si se tratara de la emigración de los ñús, para acudir prestos a depositar un “sí quiero” a los centros señalados. Sí, el sistema humano es civilizado, porque esas plataformas de lanzamiento han descubierto un arma letal, mucho más efectiva que las reyertas que montan los chimpancés para tomar el mando. Esa arma es la propaganda, que es más potente que un trankimazin en el cerebro inerme de cualquier sapiens. La propaganda, definitivamente, nos ha elevado por encima de los chimpancés.