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Paco Trenado, el hombre que trajo el fuego olímpico a Laguna de Duero

Un café con...

11 de julio de 2024

Con tan solo 19 años fue uno de los portadores de la antorcha olímpica en los Juegos de México 68, y casi treinta años después repitió la experiencia en Barcelona 92 junto a su hijo, “un honor” que se le ha reconocido haciéndolo partícipe de la Semana Olímpica en el Liceo Francés de Castilla y León.

Natural de Trujillo y con la zapatería como vocación natural, el deporte siempre ha estado presente en la vida de Paco Trenado. Tanto, que a su llegada a Laguna de Duero trajo consigo la insignia máxima de la advocación del deporte, pues este humilde zapatero tuvo la oportunidad de ser una de las piezas en el tablero de los Juegos Olímpicos, portando el fuego sagrado no solo una, sino dos veces, y trayendo esa llama consigo cuando ligó su vida al municipio.
Y es que Paco fue uno de los encargados de llevar la antorcha olímpica en los Juegos de México 68 y Barcelona 92, “un honor” que, según admite, “nunca había pensado que tendría”, pues, aunque su admiración por el movimiento olímpico ya era importante cuando residía en Trujillo, llegar a participar en este acto “y que la llama del sol me calentase la cara mientras corría fue algo increíble”.

El lagunero explica que en 1968 su principal pasión era jugar al fútbol, pero cuando el comité olímpico propuso a los deportistas de la localidad llevar la antorcha no dudó por un segundo su respuesta. Así, con tan solo 19 años, su nombre pasó a formar parte de la lista de portadores, y junto a sus compañeros comenzó a preparar uno de los momentos más importantes de su vida. “Nos lo comunicaron un mes antes, entonces quedábamos para entrenar en el campo de fútbol y practicábamos con un objeto de peso similar a la antorcha la carrera de relevos, que en esa ocasión fue de un kilómetro”.

Paco recuerda que su casa se encontraba cerca de la plaza en la que se ubicó el pebetero con el fuego y, desde su ventana, podía ver las llamas bailar en el recipiente. “Me asomaba todo el tiempo para ver si seguía encendido, y la noche antes del gran día no pude dormir, más que por los nervios, por las ganas que tenía de que llegara el momento de tomar la antorcha y empezar a correr”, un instante de gran emoción ya que, a modo de curiosidad, la antorcha de ese año iba a realizar exactamente el mismo recorrido hacia América que hizo Colón casi quinientos años antes.

Aquella experiencia se quedó grabada en la mente de Trenado y cuando se anunció que los juegos de 1992 tendrían lugar en Barcelona no dudó en escribir al comité olímpico de Castilla y León para solicitar volver a ser portador, pero con una excepción; esta vez lo haría con su hijo Paco, que en ese momento contaba con 12 años. Con la licencia concedida, ambos comenzaron a entrenar, y cada tarde al cerrar la zapatería salían a correr por las calles de Laguna llevando un tronco a modo de antorcha que aún conservan.

“Vivir una vez ese momento es un orgullo, pero compartirlo con tu hijo hace que el honor sea aún mayor, y lo mejor de todo es que, como guiño a mi primer relevo, mi hijo llevaba el traje que usé en México 68”, comenta, y añade que, para celebrarlo, después de recorrer la distancia -esta vez de medio kilómetro- fueron a Astorga a comer un cocido maragato “y recuperar fuerzas”.

Dos momentos, dos anécdotas y una sola historia que Paco atesora en sus recuerdos y sobre la que tiene un pequeño museo en su casa, pues además de contar con fotografías, aún conserva -enmarcados para que no se deterioren- los trajes con los que realizó los relevos, así como las propias antorchas que, pese a no tener las llamas del sol, aún se iluminan dándole a un interruptor.

Y son esos tesoros los que el lagunero tuvo la oportunidad de contar a los alumnos del Liceo Francés de Castilla y León, pues con motivo de la celebración de los Juegos de París 2024, el centro celebró el pasado mes de mayo una semana olímpica con distintas actividades en las que hicieron partícipe a Paco, quien, entre risas, chascarrillos y datos curiosos sobre el olimpismo, contó “muy orgulloso” a los niños cómo fue ser una pequeña parte de estos eventos. “Para ellos era como si fuera un personaje famoso y me pedían hasta autógrafos, y es muy gratificante el interés y el cariño con el que escucharon mi historia y se interesaron por esa llama que aún sigue muy presente en mi vida”, señala Trenado.

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