Adolfo del Campo fue el primer alcalde de la democracia, y desde aquellas elecciones del 79 aprendió desde cero a regir un pueblo, una tarea que desempeñó durante dos legislaturas “siempre con la ilusión de mejorar y ver crecer Boecillo”
Con la nostalgia reflejada en sus ojos y rodeado de recuerdos enmarcados en fotos, Adolfo del Campo aún mantiene vivo el espíritu del que fuera el primer alcalde de la democracia de Boecillo. Han pasado cuarenta y cinco años desde aquellas primeras elecciones, pero el ex regidor aún conserva en la memoria cómo vivió los comicios que marcaron un antes y un después en su vida.
Desde la comodidad de su hogar cuenta cómo dejar la agricultura un lado le abrió un camino que él nunca se había planteado; el de la política. “Acababa de dejar de dedicarme a la agricultura y en aquel entonces Bolaños, el que era alcalde de Valladolid, venía a la localidad todos los domingos a echar la partida, y fue él quien me insistió para que me presentase, así que finalmente accedí con la condición de que el Partido Socialista me arreglase todos los papeles”, explica, y añade que aunque esta decisión no agradó mucho en el pueblo, ni siquiera a sus padres, ya que él no era socialista y en ningún momento se llegó a afiliar al partido, los resultados electorales dieron la razón a Bolaños, pues Adolfo se impuso como primer alcalde democrático por mayoría absoluta.
Afirma que ser alcalde entonces no era como ahora. “Empezamos desde cero, con muchas ganas de trabajar pero sin saber muy bien por dónde, y desde luego no había tanto personal como ahora, sino que éramos el secretario, el alguacil y una pequeña corporación que no cobrábamos ni un duro”. Con todo y con eso, y con una unidad envidiable entre todos los partidos, se pusieron manos a la obra, “y aunque no había tanto dinero como ahora, porque era impensable pedir esas subvenciones de millones, hicimos muchas cosas en el pueblo que hoy perduran”.
Así, señala que su primera medida vino tras unas fiestas, cuando a pesar de que el secretario lo tildara de “loco” por el gran dispendio que eso iba a suponer, decidió que era el momento de pavimentar todo el pueblo. “Eché muchos viajes a la Diputación y también a la Junta, y como trabajaba en una empresa de hormigón me encargaba de traer las cubas, y al final lo conseguimos”, una resolución que todavía puede verse en Boecillo, al igual que las que vinieron detrás, pues esto solo fue el principio, ya que al asfaltado le siguió la construcción de la piscina, el frontón, el alumbrado o el Casino, entre otras.
Sin embargo, matiza que no es oro todo lo que reluce, ya que sacar adelante aquellos proyectos “fue muy duro”. “El ayuntamiento no tenía muchos ingresos, solo los que venían de la subasta que se hacía una vez al año de la corta de pinos, la recolección de piñas y la poca resina que había, y luego los pastos a los ganaderos que tenían ovejas. Cuando llegó el Casino entraba algo más de dinero, pero aun así hacíamos malabares para poder llevar a cabo las iniciativas”. Eso sí, señala que la colaboración de los vecinos con el Consistorio era “inmensamente mayor que ahora”, pues ayudaban en la limpieza de calles, la elaboración de cortafuegos en los pinares, y en cosas más lúdicas como podían ser las fiestas, algo que también ha cambiado desde aquellos años.
Según recuerda, “mozos y mozas no dudaban en participar en la comisión de festejos, y a ninguno se le caían los anillos cuando había que hacer, a pico y pala, los agujeros para poner los palos de la plaza de toros que se montaba en la plaza del ayuntamiento”, y rememora entre risas la tradición por la que se dejaban dos o tres palos de la puerta del ayuntamiento más flojos para que la vaca se colase y se asomase al balcón, “hasta que pasamos a alquilar una plaza portátil que se montaba en el Tejar, que entonces era una escombrera”. “Además, también tuvimos a las primeras reinas y damas de las fiestas, y las verbenas eran siempre en el patio del Ayuntamiento”.
De este modo, Adolfo gobernó “con amigos y vecinos” durante dos legislaturas, ocho años en los que trabajó mucho para “hacer mejoras en la localidad y verla crecer”, un tiempo que le hubiese encantado relatar en el pregón de fiestas de este año, “sobre todo para aquellos que no saben quién soy ni lo que hicimos en aquella época con tan pocos recursos”, y desde la experiencia de los años, anima a los boecillanos y a los equipos de gobierno a que “velen y se vuelquen por seguir haciendo de Boecillo un municipio bonito”.