21 de noviembre de 2024
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‘Plaza del Vendimiador’, por Fernando García de la Cuesta

Boecillo

17 de octubre de 2024

Quien no haya conocido lo que fue, ahora Plaza del Vendimiador, omite parte de la historia de Boecillo. Sin embargo, ha no mucho tiempo, no era más que un rincón del pueblo en el que existían un terreno y tres casas con sus corrales que rodeaban otra que, pertenecía a Isaac Villafruela Miguel y Elena Salamanca, su esposa.

Las casas a las que me refiero, una de ellas pertenecía a Gerardo Gómez, casado con Emilia Arias, propietarios del inmueble sito en la Plaza de los Condes de Gamazo, ahora peluquería con una vivienda en la planta primera, antes tienda de ultramarinos, que regentaron, primero Gerardo y Emilia y después traspasada a Isaac y Elena.

Gerardo y Emilia, padres de mi suegra Aurelia Gómez Arias vivieron en una de ellas, situada concretamente en el lugar que irrumpe el edificio de viviendas, kiosco Tentaciones y librería Nuria. Esta casa de la que hablo, la ocupó después, durante los veranos, mis cuñados Curro, Pochola y sus tres hijos, que la llamaron UGT, por tratarse de la «casa del pueblo».

Otra de las casas era la de Ángel Herrero y su mujer la Concha, cuyo solar propiedad de Victoriano el Peluquero, llegaba hasta la Calle Germán Gamazo y Calvo, siendo la fachada principal la que da justo enfrente del solar antiguo de Isaac y Elena.

Una tercera es la de Carmen «la de los bordados», sobrina de Dionisia Gómez, propietaria, mujer buena donde las hubiera, que ayudaba en la Parroquia de San Cristóbal, dando catequesis y enseñaba a leer y escribir a los párvulos en «la escuela de los cagones». Todavía subsiste, haciendo esquina entre la plaza actual y la calle San José.

El terreno, ahora edificio de viviendas del Yugo y Malabares, fue propiedad de Domiciana y Antonina Ortega, hermanas del maestro de Boecillo, Leoncio Ortega (marido de la maestra doña Elena Pérez); llamadas cariñosamente “las maestrillas”, porque dedicaron su tiempo al cuidado de los párvulos en su casa, central de teléfonos en aquellas fechas, (ahora frutería) en la plaza del ayuntamiento. Más tarde, el solar, fue adquirido por Lorenzo Berzosa “Negrín” que lo cedió al constructor Salvador López Rodríguez para la construcción de las citadas viviendas.

¡Ah! Y la fuente… la primera y única en todo el pueblo en el mismo lugar que ocupa la actual, en donde los vecinos llenaban los cantaros y los niños se salpicaban con el agua… jugaban.

Estas tres casas y el terreno, encerraban la casa molinera y la trasera de Isaac y Elena, situada en un lugar neurálgico por tratarse del embudo que se formaba por la entrada de la carretera de Madrid (en aquel tiempo), «El Tejar» a su izquierda y la calle San José, de frente, desde la plaza del Ayuntamiento.
Cómo no recordar aquella casa molinera con aquel corral en donde Isaac «el Pinares» aprovisionaba todo lo almacenable y además, un enorme burro de pelo largo y dos galgos, que por la trasera salían a menudo con un carro a husmear los pinares y tierras colindantes al pueblo. ¡Qué tiempos aquellos!
Años más tarde, fallecieron Isaac y Elena, siendo herederos sus hijos, Joaquín y «Cuchi» de la casa y el corral de sus padres, apetencia desmedida para la construcción de viviendas en bloque y locales comerciales. El arquitecto Joaquín Ferrero hizo una oferta a los dos hermanos Villafruela para que le trasfirieran la casa y el corral por una cantidad entre doce y catorce millones de pesetas; cantidad que fue aceptada.

En aquellas fechas, finales de la década de los noventa, el teniente alcalde de Javier Espinilla (alcalde) lo era el que posteriormente ocupó la alcaldía durante dos legislaturas, Pedro Luis Díez Ortega. El alcalde advirtió de la importancia de aquel lugar estratégico (casa y corral de Joaquín y «Cuchi») para descongestionar la zona y abrir una plaza que sirviera de enlace vital entre las calles Nueva y San José y la plaza de los Condes de Gamazo (plaza Mayor o del Ayuntamiento).

En el «Plan Mesones» de Urbanismo de 1969, la plaza no estaba contemplada, sin embargo, la pericia del Alcalde y Teniente Alcalde de Boecillo fue definitiva, interviniendo en el acuerdo de Joaquín Ferrero y los dos hermanos Villafruela. Dialogaron con ellos en el sentido de la importancia vital de que aquella zona tan determinante debería ser un espacio libre público. El Teniente Alcalde de Boecillo convenció a las tres partes para que el sitio fuera dedicado a una plaza, y el Ayuntamiento de Boecillo se comprometía al pago de los doce o catorce millones de pesetas a los dos hermanos, de conformidad con Joaquín Ferrero. Acuerdo al que asintieron las partes por entender de que la mejor opción era la de una plaza o espacio público y no viviendas.

Esta es la historia para que conozcamos, de cómo el Alcalde y el Teniente Alcalde de Boecillo vieran recompensados sus desvelos porque aquella casa con corral de Isaac y Elena fuera destinado a una explanada abierta, nada más y nada menos que como ellos querían, se llamara «Plaza del Vendimiador» en consideración a lo que fue Boecillo en su día, engalanada con una preciosa escultura de un recolector de la uva, del prestigioso artista Juan Villa.

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