9 de diciembre de 2024
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“La rutina y la oficina no eran lo mío, así que elegí una vida nómada para descubrir cosas nuevas a diario”

Laguneros por el mundo

26 de mayo de 2024

El lagunero Ricardo Cuesta es instructor de buceo en Indonesia, una profesión que le apasiona donde el barco y el mar son su propia oficina, y asegura que aunque su destino es seguir viajando por el mundo, este trabajo le va a acompañar allá donde vaya.

Ingeniero mecánico de carrera, Ricardo Cuesta vivió en Laguna de Duero hasta que terminó sus estudios universitarios. Desde entonces estuvo en León, donde ejerció como profesor de nuevas tecnologías. Sin embargo, no tardó en marcharse a vivir las primeras aventuras que le llevarían hasta su destino; «una vida nómada llena de descubrimientos».

Europa fue su primera parada, viajando con la tienda de campaña en el coche por distintos países, pero la espinita de querer ejercer de lo que había estudiado le hizo volver a Valladolid, y durante año y medio la rutina y la oficina eran su día a día, hasta que, finalmente, se dio cuenta que su sueño no era establecerse en un mismo lugar, sino que lo que realmente le llenaba era «experimentar cosas nuevas y ponerme a prueba fuera de mi zona de confort». Así, puso rumbo a Estados Unidos, donde camperizó una furgoneta y se estableció en California, en una granja de cannabis, una experiencia que asegura le «marcó muchísimo» y no olvidará «jamás».

Pero el lagunero aún quería más, así que tras su primera temporada en California y con alguna que otra experiencia en inmersiones, Ricardo comenzó su formación en buceo, y el año pasado se trasladó a Indonesia, concretamente a Labuan Bajo -en la Isla de Komodo-, donde se sacó todos los cursos necesarios y comenzó a trabajar como instructor, encontrando así su pasión. «Siempre me gustaron los documentales de La 2, en especial los de vida marina, y en Komodo he encontrado un universo de especies y fondos que me sorprenden en cada inmersión», explica.

«La densidad de vida que hay es única, prácticamente cada día veo algún ser que no reconozco, a algunos de ellos consigo ponerles nombre después de investigar bibliografía o buscar en Internet, pero muchos me resultan casi alienígenas», comenta entre risas, matizando que, de entre todas, una de sus especies favoritas en cuanto a rareza es la sepia flamboyant, ya que tiene «una forma muy singular de moverse y cambia continuamente de color». Asimismo, atesora un sinfín de anécdotas, aunque habla con especial cariño de las vividas con mantarrayas. «Estos animales tienen una inteligencia increíble y un gran cerebro. Los encuentros con ellos son realmente mágicos, juegan contigo, sienten curiosidad y se acercan a saludarte si los ves en repetidas ocasiones», relata, y añade que las experiencias de buceo en corrientes fuertes «también son una pasada», y las compara con «la sensación de bucear en una cascada o sacar la cabeza por la ventanilla del coche».

Ricardo sostiene que, aunque con salarios bajos, la cultura indonesia es muy rica en otros aspectos, como la primacía del colectivo por encima del individuo, «aquí se evita el conflicto y no verás a gente pegarse», o también la visión del trabajo. «A diferencia de occidente, ellos no ven el trabajo como prioridad, sino que antes está la familia y los amigos, ni tampoco el sentido de productividad malsano de pensar que estar con un amigo esperando a que le arreglen la moto, por ejemplo, es perder el tiempo». Del mismo modo, asegura que tanto en Komodo como en sus viajes -el último a Vietnam- ha conocido a personas «increíblemente bonitas» que le han aportado mucho a nivel personal y emocional.

Eso sí, matiza que, aunque suene típico, lo que más echa de menos es la comida española, en especial las patatas a la importancia de su madre, -además de a la familia y los amigos-, pero eso no le quita las ganas de seguir viviendo en el extranjero. De hecho, ya tiene la vista puesta en su próximo destino; Nueva Zelanda, donde se trasladará en invierno para pasar la temporada. Y aunque no le gusta programar su vida y prefiere «dejarse fluir», está seguro de que el buceo será lo único estable en la aventura que supone su vida de nómada, lo demás «ya se verá».

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