14 de marzo de 2025
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‘¿Y esto quién lo paga?’, por Javier Palomar

Javier Palomar

13 de marzo de 2025

Sí, es cierto que el estado debe (debemos) más de un billón y medio de euros. También es cierto que pagamos cada año 40.000 millones de euros de los intereses de esa deuda, y subiendo. Pero tenemos una buena noticia: ya no nos tenemos que preocupar por cómo lo vamos a pagar, ni si serán nuestros nietos quienes heredarán esa carga. No; se acabó el problema; porque, según ha “descubierto” una reciente teoría económica, la Teoría Monetaria Moderna (TMM), los estados tienen la llave de la máquina de hacer billetes y por lo tanto pueden pagar todo lo que deben y hacerlo cuando quieran. Es más, los estados pueden gastar todo lo que quieran, sin límite. Y esto es así porque hoy el dinero ya no está avalado por las reservas de oro del banco central como ocurría en otros tiempos, cuando debía respaldar el dinero que emitía con unas reservas equivalentes en el metal dorado. Hoy funcionamos con moneda fiduciaria, es decir con dinero que aceptamos simplemente porque confiamos en el estado que lo emite.

Han sido diferentes autoridades monetarias las que nos han dado a entender que el estado no tiene ningún problema para pagar sus deudas. Alan Greenspan, exgobernador del banco central norteamericano llegó a afirmar, cuando se le preguntó por la deuda de la Seguridad Social: “No hay nada que impida al gobierno crear todo el dinero que desee para pagárselo a quien quiera”. Otro exgobernador, Ben Bernanke, fue más lejos aún: “El pago de las facturas del estado no se hace con el dinero de los contribuyentes; simplemente usamos nuestro ordenador para anotar incrementos en los saldos de las cuentas de los acreedores”. O sea, que el estado no necesita ni siquiera emitir billetes, sólo teclear un apunte contable con un ordenador, igual que hace el banco en nuestra cuenta cuando llega la nómina. Así que, según Bernanke, los impuestos no son para financiar los gastos del estado. Todos estábamos equivocados. La TMM asume como propia esa afirmación: Los impuestos sólo se imponen para retirar dinero excedente del mercado, evitando así que se dispare la inflación, que es la auténtica bestia negra de la economía según la TMM. En palabras de Stephanie Kelton, divulgadora de esta idea, “… con los impuestos en realidad no se paga nada. Al estado no le hace falta nuestro dinero. Somos los ciudadanos quienes necesitamos su dinero” (El Mito del Déficit). Hace falta mucha fe para tomar en serio esta afirmación. Pero no se puede negar el punto de partida: el dinero es una creación de los estados, y si está en el mercado en manos de la gente es porque antes lo ha puesto ahí el estado gastándolo. “El impuesto no tiene la finalidad de recaudar dinero sino la de hacer que la gente trabaje y produzca cosas para el estado: un ejército, un sistema judicial, parques públicos, hospitales, carreteras, puentes… Para conseguir que la población haga todo ese trabajo, el gobierno impone tributos que generan una demanda de la moneda del estado.” (S. Kelton). Así pues, el propósito de los impuestos es generar una demanda de moneda y al final, lo que el estado quiere de nosotros no es dinero sino nuestro tiempo. Desde luego, esto pone patas arriba nuestro sentido común.

El déficit es otro mito que desmonta la TMM. Ya no nos vale aquello que decía Reagan: “Cuando una empresa gasta más de lo que gana, da en quiebra. Cuando el estado gasta más de lo que ingresa te pasa la cuenta”. Pero la TMM argumenta que la economía del estado no funciona como una empresa, porque puede emitir moneda y por ello no puede quebrar. Y además, cuando el estado incurre en déficit está generando al mismo tiempo un superávit en la economía privada; es decir, está poniendo en el mercado más dinero del que está recaudando, por lo que estaría creando un efecto dinamizador de la economía. Según los economistas de esta corriente, todo lo estábamos entendiendo al revés. ¡El déficit es bueno! Y la deuda no es ningún problema, porque el estado posee la máquina de los billetes, o más fácil aún, tiene el ordenador en el que puede teclear los dígitos necesarios para que la deuda se evapore. Parece sorprendente; magia. Pero, entonces, ¿por qué los estados no utilizan ese recurso tan maravilloso? A la TMM sólo se le ocurren tres respuestas: por inercia, por tradición, por miedo.

Poner en el mercado esas cantidades billonarias podría generar una inflación gigantesca capaz por sí sola de destruir la economía de un país o, por el contrario, generar más riqueza avanzando hacia el pleno empleo. Que ocurra una cosa o la otra parece depender de la habilidad del gestor de turno. Pero tenemos también una muy mala noticia en el caso de España: nuestro país ya no tiene la máquina de los billetes ni las claves del ordenador perdonadeudas. Hoy esos poderes los tiene el Banco Central Europeo y la llave está en Alemania. Nuestro gozo en un pozo.

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