24 de noviembre de 2024
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‘Campañas Electorales’, por Delfín Lozano

Opinión

18 de enero de 2023

No perdamos el tiempo en debates puntuales que provocan los medios, sino en problemas globales de quien debe tomar las decisiones

Posiblemente nadie dude de la necesidad de disponer de un sistema que gestione las necesidades de la sociedad. Posiblemente, también, que la democracia pueda ser el sistema de gestión menos malo, pero este sistema depende totalmente del comportamiento de la sociedad, y todos somos conscientes de que la sociedad está compuesta por un conjunto de personas individuales, que todas tienen una de sus necesidades vitales en el dinero.

Fruto de lo anterior, casi todas las decisiones que toman los humanos en el fondo son por dinero, lo cual elimina cualquier criterio humano que se tenga sobre cualquier tema a decidir. Prueba de esto es la continua necesidad de las diferentes democracias existentes de estar continuamente solicitando elecciones a algo, que genera dinero a los que las proclaman y posiblemente a los que las materializan.

Con la moda actual de convocar unas elecciones y que, al día siguiente, los perdedores no admitan sus resultados o comiencen a solicitar nuevas elecciones, hemos llegado a la creencia de que estas solo sirven para el “quítate tú para ponerme yo”, que no marcan igualdad, sino que favorecen a los de siempre, y sobre todo a las personas con más posibilidades económicas.

La sociedad, que no es capaz de exigir un sistema económico algo más igualitario, se manifiesta siempre por la fórmula que, de una u otra manera, le vaya a solucionar parte de su problema, que suele ser casi siempre el económico. Con la disculpa de perjudicar lo menos posible, y con un planteamiento de forma individual, los favorecedores del sistema están encantados.

La prueba del millón está en la desilusionante actuación en las diferentes citas electores, con sus bajísimos porcentajes de participación existente en la mayoría de las democracias y los increíbles cambios de “ideologías” de los ciudadanos a la hora de votar por una u otra opción política.

Posiblemente la solución a este grave problema no se encuentre en ver qué tipo de sistema político es el más eficaz, sino en reivindicar que el sistema económico varíe sus planteamientos actuales, respete más la regulación de los mercados por parte los gobiernos elegidos por la ciudadanía, admita diferentes sistemas que tengan en cuenta la existencia de otras culturas y que el objetivo único sea la utilización de cualquier actividad humana en beneficio del resto, con una clara y exigente justicia social.

Quizás nadie entienda que uno venga a esta vida a pasarlo mal, salvo los que necesitan hacer el mal, para que, luego, alguna religión le perdone y puedan llegar enteros a “la otra vida”, con lo que no vale la duda actual de valorar más el dinero que la vida, sino que el ser humano sea capaz de utilizar toda su inteligencia para el descubrimiento de mejoras durante este período, que todos vayamos al objetivo único de que el ser humano sea el centro del universo y los descubrimientos sean herramientas para conseguir este fin.

Algo que nadie denuncia y que todos somos conscientes de su proceder, es cómo ante un hecho como el sucedido recientemente en Inglaterra, donde dimite un Presidente del Gobierno y el partido gobernante elige a otro en votación interna, que a los pocos días y cuando pretende implantar las medidas económicas para las que fue elegido, los llamados “mercados” deciden no admitir sus medidas y es dimitido.

Lo más llamativo es que el mismo partido gobernante, después de todo esto, decide elegir a un nuevo presidente, que en la elección anterior no había conseguido ser elegido por las medidas que planteaba. Esto ha sido posible gracias a la decisión de los “mercados”, de la corrupción de los políticos, de la complacencia de los medios y de cómo se debaten, en los foros habituales de la sociedad, las decisiones tomadas por los políticos y la forma de comunicar de los medios, en concreto. Y que nadie trate de tirar balones fuera, porque siempre se hace lo que mandan los “mercados”.

Posiblemente esto es lo que suele suceder últimamente en las llamadas democracias, que siempre se hace lo que decida el poder económico, ya que los hechos son los que son, pero a la sociedad se la informa utilizando algún edulcorante de cómo se ha solucionado el problema y dando una infinidad de datos innecesarios, como la procedencia del nuevo presidente, su color de piel, lo listo, guapo y rico que es o con quien se acuesta y esto es lo que la sociedad percibe para sus debates en los diferentes foros habituales.

Una de las grandes disculpas que la sociedad argumenta es que “esto siempre ha sido así”, pero pocos reflexionan y se paran a analizar que el que algo se venga haciendo de una manera determinada a lo largo de su vida, no quiere decir que sea conveniente para vida temporal que los humanos tenemos.

La forma de utilizar a la sociedad para las campañas electorales son las que luego los opinadores oficiales utilizan para llenar hojas de periódicos o programas de radio y televisión, con lo que crean un estado de mentiras apoyadas en verdades, pero que esas verdades no son ni lo más importante ni lo que deberían asumir los ciudadanos antes de decidir su voto por una u otra opción política.

Al final uno se pregunta para qué sirven ya las campañas electorales, porque no se votan cambios globales, se votan intereses individuales, lo cual prueba que la sociedad actual se ha convertido, gracias, entre otras cosas, a la virtualización de la vida en una de las menos humanizadas de la historia.

Al final no tratemos de buscar culpables, solo el conjunto de la sociedad y cada uno de los ciudadanos que la componemos somos los auténticos culpables del presente y del devenir de la vida en la Tierra. Posiblemente otros seres vivos que habitan en ella nos estén dando un ejemplo.

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