El laureado cineasta lagunero reflexiona sobre el impacto del Covid-19 en el panorama cultural, al tiempo que revela los detalles sobre sus proyectos para sacar adelante su primer largometraje.
Criado en el barrio de Torrelago y vinculado a Laguna desde su infancia, el cineasta Iván Sáinz-Pardo se ha convertido en uno de los más laureados cortometrajistas del país. Tras una dilatada trayectoria, acaba de completar el rodaje de ‘Espinas’, un cortometraje que se ha pospuesto hasta en dos ocasiones por la pandemia, y en el que dirige a un elenco formado por José Sacristán, Aitana Sánchez-Gijón y Julieta Serrano.
Háblanos un poco de tus primeros pasos. ¿Qué te llevó a iniciar una carrera en el mundo del cine?
Fue en Laguna, durante mi adolescencia, donde despertó mi interés por contar historias. Desde pequeño quedé fascinado por todos aquellos blockbusters: el cine de autor de los ochenta y noventa inspiró a toda mi generación. Mientras estudiaba filología alemana empecé a rodar, y precisamente mi primer corto lo filmé en el entorno del lago en 1996. Tuvo buena acogida, y en esos momentos en Valladolid había mucho interés en cada estreno. Además gané experiencia como cámara de televisión, hasta que, en 1998, me trasladé a Múnich, donde resido actualmente, y donde logré acceder a la Escuela de Cine.
Actualmente, ¿Cómo compaginas tu trabajo creativo con el desempeño en el mundo publicitario?
Además de seguir invirtiendo en sacar adelante cortometrajes propios, trabajo para proyectos más profesionales, con otros productores. He dirigido veinte cortos y me considero un enamorado de este formato: no he querido parar nunca de producir obras para no perder el contacto con mi público. Paralelamente, entré en el mundo publicitario, y he trabajado durante diez años para la agencia de metraje Framepool. La faceta comercial nos ayuda a los cineastas a la hora de seguir permitiéndonos hacer ficción, y la crisis publicitaria a raíz de la irrupción del Covid-19 ha afectado mucho a nuestro sector.
¿Qué exigencias técnicas y económicas hay detrás de cada corto?
Depende del tipo de obra que quieras hacer. Primero nacen las historias y luego llega el momento circunstancial y vital para poder sacarlas adelante o no, en función de sus necesidades y de los recursos. Hay historias que exigen mayor inversión y hay que darles forma en el momento preciso. En cualquier caso, es una carrera de larga distancia, y no puedes dejar que las circunstancias te desanimen ni desenamorarte de tus ideas y proyectos.
¿En qué sentido ayuda el hecho de ser uno de los cortometrajistas más premiados de España?
Si he recibido tantos premios es por ser tan prolífico. Personalmente creo que los premios son comida rápida para el ego. Están muy bien, y sirven para la autopromoción, pero poco más. Hoy en día, con el auge de los festivales internacionales, es complicado diferenciar qué premio es bueno y cual no. Y el hecho de que tras el Covid-19 los festivales sean online lleva a una confusión mayor en este sentido. Se ha perdido el sentido de los festivales al desaparecer el factor presencial.
¿Qué más cambios se han producido en los festivales estos años?
La crisis de 2008 cambió, para siempre, el mundo de los festivales. Mis primeros cortos me ayudaron a posicionarme, porque España estaba en período de bonanza y con un corto de éxito podías ganar dinero para seguir adelante con nuevos proyectos. Ahora todo es distinto. Muchos festivales han desaparecido, y los que no lo han hecho han recortado mucho su presupuesto. Funcionan cobrando tasas por participar, lo cual ayuda a filtrar propuestas, que son cada vez más.
Entonces… ¿Cómo se promociona un cortometrajista?
No tenemos, en realidad, forma de promocionarnos fuera de los festivales. Hacemos una autopromoción bastante vergonzosa desde nuestras redes sociales, que se han convertido en unas trincheras odiosas desde las que exponer nuestros logros y premios. Se ha abierto un abismo entre el mundo del cortometraje y el mundo del cine. Ni siquiera teniendo cortos multipremiados y punteros te aseguras que vayas a hacer un largometraje. El mundo del corto se ha convertido en endogámico: solo ve cortos la gente que hace cortos, y no hay forma de llegar a demasiada gente.
¿Por qué aún no hemos visto ningún largometraje rodado por ti?
Llevo desde 2006 intentando hacer un largometraje, y he encontrado varias dificultades. El desarrollo de un largometraje exige reglas muy distintas a la hora de escribir. Al ser el mercado tan cambiante, hay muchas razones por las que un guión puede acabar en un cajón, que es su destino natural la mayoría de las veces. He estado cerca de conseguirlo, primero en 2009, con una adaptación de un best-seller, ‘Terapia’, junto con Odeon Films y Filmax, y no pudo ser debido a la crisis. La segunda vez lo intenté con ‘Hipnofobia’, junto con otra productora alemana, pero no conseguimos la financiación: era un thriller policíaco y de terror y aquí este género no es demasiado comercial.
Pese a todo, ¿Veremos pronto un largometraje tuyo?
Tengo dos proyectos abiertos, ambos en Alemania. Uno es un remake de ‘Amor en polvo’, una comedia rodada en Valencia. Ahora mismo estamos en período de casting y financiación. El otro es una película de terror que hemos presentado en Sitges ante varias productoras, las cuales se han mostrado interesadas, y veremos hasta dónde llegamos, puesto que es bastante complicado.
¿Cómo ha sido el rodaje de ‘Espinas’ de noviembre?
Es mi segunda experiencia con Guillermo Delgado, quien coproduce con Europa Visión Films y Eye Slide Picture y con quien ya realicé ‘Tono Menor’ junto con Miguel Rellán. Hemos rodado en Madrid, con un elenco de lujo, con José Sacristán, Aitana Sánchez-Gijón y Julieta Serrano. Después de tener que aplazarlo hasta en dos ocasiones, puesto que el rodaje estaba previsto en una residencia de Tordesillas, lo rodamos en un albergue de El Escorial, en Madrid. La primera localización ha sido una de las residencias más afectadas por el Covid-19 y tuvimos que aplazar todo.
Con una duración de 15 minutos, es una historia de superación, secretos familiares y segundas oportunidades. El guión aborda, como en ‘Tono Menor’, la situación de familias desestructuradas y en momentos difíciles.
¿Qué más daños crees que causará el Covid-19 al mundo del cine?
Creo que la resaca económica de esta crisis va a ser dura. En la cultura ya se está viendo el daño: muchas salas de cine y teatro han ido cerrando una tras otra, y no sabemos qué quedará en pie cuando esto acabe. En España el mundo de la cultura ya estaba bastante maltratado antes de la pandemia, y si a ello le sumamos la polarización política que existe actualmente, las perspectivas son malas. No estamos en el mejor momento político y social para hacerlo entender, pero la cultura es patrimonio de todos. Van a desaparecer muchos canales para transmitir y desarrollar arte y cultura y tendremos que inventarlos de nuevo. Paralelamente, creo que se están dando muchas incoherencias en las medidas que se están tomando, y esto es difícil de comprender.
Profundizando aún más, ¿Cómo están cambiando las formas de consumir cine y qué futuro nos deparan?
Acabamos de ver que Disney y sus franquicias van a abandonar las salas de cine. Inequívocamente va a cambiar el modo de consumir cultura. Esta forma de consumo tiene que ver con las nuevas generaciones y sus cambios. No le podemos pedir a un chaval de 15 años que sienta la devoción por el cine que sentimos nosotros, que hemos vivido otro tiempo. Esa nostalgia es solo nuestra. Los jóvenes ahora consumen un lenguaje visual más rápido y más corto. En ello influyen los youtuber, TikTok, el hecho de ver películas en los móviles…
El cine se va a convertir en otra cosa, van a desaparecer la mayoría de las salas, y las que queden serán multiusos con un catálogo muy reducido de películas de mucho presupuesto. Los estrenos se convertirán en eventos con otros atractivos. El resto de contenidos irá a parar directamente a otro tipo de plataformas.
Actualmente, ¿Estás trabajando en algún otro proyecto?
Tengo un cortometraje a estrenar que se llama ‘Faces’. Estamos esperando a que nos seleccione algún festival para estrenarlo. Tiene un hándicap, y es que tiene connotaciones sexuales y probablemente ello complique las cosas -las secciones oficiales suelen ser para todos los públicos-. Pese a las circunstancias actuales, pronto verá la luz.
Fotografías: José Luis Sánchez Martín.