El término ‘democracia’ es muy utilizado por la clase política en debates, pero muy poco en su gestión del país.
Si realmente la democracia es el gobierno del pueblo, en las democracias actuales poco decide el pueblo en cuanto a su gestión, sino que de forma básicamente torticera, los profesionales de la política, inmersos en partidos políticos, toman decisiones, independientemente del porcentaje de participación en cada una de las convocatorias electorales.
El sistema democrático español, que se inició después de la dictadura, no tiene nada que ver con lo que sucede en estos últimos años. En ese período existían políticos que aportaban la experiencia de toda una época, donde se había practicado de una forma habitual una actividad mayoritariamente altruista.
Una vez que la democracia se fue materializando, muchos ciudadanos, sobre todos jóvenes universitarios, vieron la posibilidad de hacer carrera profesional en la política, y eso nos ha llevado a que en los últimos veinte años tengamos una clase política totalmente profesionalizada. Todo ello marca las prioridades humanas y les pesa mucho más mantener su seguridad laboral que los intereses de los ciudadanos.
Vemos cómo se convocan elecciones no por finalizar el mandato, ni por alguna necesidad coyuntural, sino solo por estrategia política de los partidos, que tienen capacidad legal para convocarlas y la necesidad de mantenerse en sus puestos.
Los ciudadanos, cuando se convocan elecciones, deberían exigir que, además de programas políticos, no solo dijeran la tontería o la ocurrencia del día, sino que estas fueran acompañadas con datos y manifestando de qué partida van a pagar la tontería planteada. Porque cuando se destina una partida a un nuevo gasto y los ingresos continúan igual o en sentido descendente, tendrían que decirnos a quien van a desnudar para poder vestir el nuevo compromiso.
Quizás y antes de que populistas pagados por poderes económicos nos inventen un nuevo sistema de gestión política, la infinidad de intelectuales y aficionados existentes, muchos pagados con nuestros impuestos, deberían de proceder al estudio de un sistema de gestión política que mejore o actualice la actual democracia. No cabe la actual, porque engaña, incrementa la desigualdad, prioriza las ideologías, mantiene la posibilidad de corrupción y no es capaz de regular casi ninguna situación, pasando en muchos casos a la prohibición, que luego, habitualmente, se transforma en hábito ilegal.
Parece mentira que el politiqueo que se viene practicando en la Unión Europea, con mucha carga nacionalista, borre la posibilidad de mejora de las formas de gestión de la política y países como China, que ya lo tiene planteado, está ejerciendo el tecno-socialismo, donde argumenta que el capitalismo americano no crea más que desigualdad y el comunismo ruso promueve la ineficacia.
Esta novedad, además de estar descontextualizada, es una ligera línea en la que se están basando los grandes poderes como China, para prever un futuro a cincuenta años vista. Esto está en la línea de su presidente, con el único error de tener en su mirada la palabra IMPERIO, lo cual demuestra que ningún ser humano se conforma con un algo, sino que quiere todo y en este caso es dominar el mundo.
La sociedad silenciosa, la que no habla pero piensa, sabe que poco puede hacer para evitar estos tejemanejes del poder político-económico, pero es de destacar la cortedad mental de ambos, sobre todo cuando hacen intervenciones públicas, donde se les llena la boca manifestando que todos son muy demócratas.
Quizás la sociedad debería estar ojo avizor, no sea que, con estas políticas, nos aparezca un Putin, un Hitler o un Maduro, y esto, aunque es solucionable, crea mucho dolor y mucho tiempo para volver a recomponerlo.
Posiblemente si analizamos lo que está sucediendo actualmente en Ucrania, podemos apreciar que esto no es nuevo y que el sistema económico y sus secuaces políticos no tienen en su cabeza más que cómo conseguir una dominación total del mundo o, si esto no es posible, cómo distribuirse el mundo en dos grandes bloques, y en eso están Estados Unidos y Europa por un lado y China y Rusia por el otro.
Como se puede apreciar, en esta batalla solo cuentan los milmillonarios y sus esbirros políticos distribuidos por todo el planeta, pero nada pintamos el resto de la sociedad, que es la que sufre las consecuencias de todas sus peleas.
Solo la estupidez humana es capaz de asumir una situación como la que tenemos en la actualidad, donde la suma de todos estos elementos que dominan el mundo, que no son más del 0,01% de la población, nos tienen sometidos a sus caprichos. Mientras tanto, el resto de la sociedad, es decir casi el 100 %, solo nos dedicamos a quejarnos o a solicitar ayudas de todo tipo, cosa que algunas veces conseguimos, pero siempre poniendo nosotros el dinero a través de nuestros impuestos.