Los municipios deberían adaptar su gestión a las necesidades de sus habitantes
Se dice, de forma generalizada, que los ayuntamientos son los organismos públicos que más cerca están del ciudadano. Y no se falta a la verdad, pero depende mucho del concepto que tengan los trabajadores públicos de lo que es un servicio al ciudadano.
Después de una larga dictadura, los ayuntamientos democráticos comenzaron su andadura viendo que las ciudades tenían infinidad de necesidades, y para ello se legislaron una serie de leyes, que eran absolutamente necesarias.
La primera legislatura comenzó con gestores sin experiencia, pero con unas enormes ganas de cambiar las ciudades y los pueblos, y se empezó a trabajar contando con la continuidad de las asociaciones vecinales existentes y las de nueva creación, las cuales disponían de muchos ciudadanos participando en ellas, a todos los niveles.
A medida que la gestión municipal se fue desarrollando, muchos de sus gestores o políticos comenzaron a ver una salida a su forma de vida que mejoraba en mucho a la anterior, sobre todo en lo económico, y empezó la carrera para que su dedicación fuera puramente profesional.
Esto llevó a las guerras internas de todos los partidos a la hora de confeccionar las listas electorales, y llegamos a la actualidad, en la que quizás los ayuntamientos hayan perdido su auténtica función, la cuál debería ser la de gestionar las necesidades de los habitantes de las diferentes ciudades y pueblos, en cuanto a sus formas de vida se refiere.
Quizás no sea acertada la forma de gestionar algunas cuestiones, ya que muchas de ellas trascienden a competencias de otras administraciones superiores, como las Diputaciones, las Comunidades Autónomas, las del Gobierno Central o la Comunidad Europea, las cuales crean muchas dudas a los ciudadanos.
Posiblemente los ayuntamientos no deberían dedicar tanto tiempo, energía y dinero a promover el ocio, quitando esa función a los ciudadanos, que son los que las deberían ejercer, convirtiéndose en gestores de eventos tanto deportivos como de cualquier clase de ocio, y dedicar todo su esfuerzo a otros temas, sobre todo a los que afecten al mayor número de ciudadanos.
Posiblemente la gestión municipal debería ocuparse más a temas como el urbanismo, no permitiendo que suelos urbanos céntricos estén tanto tiempo si desarrollarse y permitiendo esperas a su desarrollo cuando el momento económico sea más propicio, a la gestión de la movilidad ciudadana, teniendo accesos adecuados de entradas y salidas de todos los pueblos, a la mejora de la calidad del agua, de la energía, el mantenimiento, la limpieza, etc.
No es muy entendible que muchos plenos municipales se dediquen a debatir cuestiones de ámbitos superiores y solicitar constantemente, posiblemente por imperativo de los partidos de ámbito estatal, apoyos o eliminación de algún tipo de Iniciativa procedente de otras administraciones superiores, que aún siendo algo que afecten a todos los ciudadanos del mundo, no deberían repetirse, ni dedicar energía, ni dinero, a temas que ya se realizan y pagamos a otras administraciones.
Dos cuestiones que crean bastante debate en la ciudadanía son los del número de trabajadores municipales existentes y el gran poder que se otorga a sus altos cargos. Ambos deberían abordarse para comenzar a sustentar una auténtica labor de gestión municipal.
También crea bastante curiosidad el cómo los medios acogen las opiniones de los diferentes grupos municipales, antes de la presentación en los plenos de sus iniciativas, donde tan solo quieren lucir su ideología o ganar adeptos de cara a unas próximas elecciones y que casi todas se manifiestan en el orden de cómo utilizar el dinero de nuestros impuestos, pero a nadie se le ocurre decir que el dinero, independientemente que sea de uno u otro organismo superior, siempre es de lo que aporta cada ciudadano con el pago de sus impuestos.
Con el conocimiento anterior, es inentendible escuchar, de la boca de algunos de nuestros gestores, que no nos preocupemos por cuál o tal inversión, porque su financiación no será a cargo municipal, sino de la Junta o del Gobierno Central, como si ese dinero no fuera aportado por los ciudadanos en su pago de impuestos.
Existe una opinión ciudadana muy extendida de que “como esto siempre ha sido así, que se haga” y no se reflexiona en que vivimos otro momento, otra cultura y otra forma de vida, que quizás habría que analizar un poco más la pirámide poblacional de cada localidad y ver qué generación es la que más ciudadanos atesora en esta ciudad o pueblo y no caer en el error de crear polideportivos en pueblos sin jóvenes o Centros de Mayores sin mayores.
En ocasiones nuestros gestores priorizan iniciativas, con dinero público, para contentar a sus forofos, aportando ayudas a temas que solo ellos conocen, como puede ser la promoción de algún deporte minoritario o la implantación de parques para mascotas, que quizás deberían ser promocionados y abonados por los ciudadanos que lo precisaran.
Posiblemente, si la sociedad en general reflexionara y consiguiera disponer de criterios basados en datos y no en la propaganda que viene de todas partes, pero con un objetivo muy interesado, se daría cuenta de que hoy en día hay que gestionar la vida de 8.000 millones de personas y que si no somos capaces de relacionarnos con las diferentes culturas existentes, difícilmente los políticos, bien amarrados por los milmillonarios, puedan hacer algo.