Luis Vítores ha ejercido como médico de familia durante 46 años de su vida, de los cuales 39 los ha pasado en Laguna, y ahora que está próxima su jubilación repasa una vida de entrega y dedicación tras haber sido homenajeado por parte de compañeros, vecinos y autoridades.
Dicen que el hábito no hace al monje ni la bata al médico, sino que es la práctica de un trabajo satisfactorio lo que saca la vocación de cada persona. Y eso es lo que le ocurrió a Luis Vítores, quien, tras cursar Medicina por recomendación de sus profesores, descubrió que dedicaría su vida a “ayudar a los demás, intentando mejorar su salud” después de ejercer como médico por primera vez en una comarca zamorana, donde el cariño y el respeto diario de sus pacientes le hicieron darse cuenta de que no se había equivocado al elegir su carrera, pues su vocación era la medicina familiar.
Con este proyecto de vida claro, y la idea de que “los pacientes son personas con nombre y cara, y no un número de habitación y cama”, pasó por diferentes hospitales y destinos hasta que, en septiembre de 1985, en plenas fiestas del Villar, llegó al Centro de Salud de Laguna de Duero, donde ha pasado los últimos 39 años de sus 46 como médico.
Desde su experiencia admite que los cambios que se han dado en el ámbito sanitario “son muchos”, empezando por que, cuando él empezó a ejercer, “éramos nosotros los que comprábamos el material que pudiéramos necesitar, así como el maletín en el que lo transportábamos, mientras que ahora todo eso lo suministra SACYL”, explica, y añade que en aquel entonces “los médicos de cabecera teníamos muy pocas pruebas de diagnóstico a nuestro alcance, ya que solo las podían pedir los especialistas e interpretarse en un hospital”.
Aunque sostiene que la atención primaria está “muy bien” valorada por los pacientes, “hay muchas cosas que mejorar en materia sanitaria”, como la reducción de las listas de espera, algo “fundamental” y que podría lograrse “aumentando recursos materiales y humanos para hacer más productivos los centros sanitarios en general”, y declina la efectividad del sistema de cinco minutos por paciente. “Necesitas explorarlo, explicarle posibles diagnósticos y tratamientos, y eso lleva más de cinco minutos”, señala.
Para él, la principal cualidad de un buen médico de familia es “saber escuchar y ser empático con tus pacientes para comprender, no solo las dolencias que puedan tener, sino también sus emociones, además de ser capaz de transmitir información clara a personas muy diversas”. Unos atributos de los que lleva haciendo gala en Laguna desde el 85, convirtiéndose este municipio en un lugar “muy especial” para él. Aquí ha experimentado momentos “muy importantes” de su carrera profesional, como la puesta en marcha y presidencia -un año después de su llegada- del primer Consejo de Salud de la Zona Básica de la Comunidad “y uno de los pioneros en España”.
Además de esos logros, Luis ha vivido momentos “que me hicieron sonreír junto a sus protagonistas y otros que me marcaron”. Entre ellos, comenta risueño el pudor de las mujeres de antaño al referirse a dolencias como la cistitis: “venían y decían que se les había acatarrado la boca de abajo”; o consultas en las que los pacientes “se quejaban porque les había costado mucho tomar los supositorios, incluso después de partirlos, y encima no les había hecho efecto”, y recuerda con nostalgia cuando, “sin esperarlo”, tuvo que asistir un parto en 1988 junto a algunas vecinas. Pero si hay algo que marcó su vida profesional fue la pandemia; “he presenciado diferentes epidemias graves, pero la peor, y que ha dejado una huella imborrable, es el Coronavirus”, señala.
En cuanto a sus aportaciones profesionales, Vítores ha dirigido y colaborado en numerosos trabajos de investigación, incluso uno de ellos centrado en la cobertura vacunal y los hábitos alimenticios de los niños de Laguna, además de escribir tres libros centrados en distintos aspectos de los hábitos tóxicos en la población juvenil. Y, durante años, también ejerció como docente en la Universidad de Valladolid, viviendo de cerca la aparición de las nuevas tecnologías, lo que supuso “un reto apasionante”.
Ahora, a unos meses de jubilarse, contempla cómo cumplió su sueño de vivir ayudando a los demás y cómo se abre una nueva etapa en la que ha pensado “muchas veces” y para la que tiene una larga lista de cosas por hacer, aunque su prioridad es dedicar tiempo a aficiones como pasear, montar en bici, la fotografía, viajar o cocinar, pero sobre todo, “relajarme”.
Fotografía: Santiago Bermejo.