Ismael Simón es psicólogo sanitario y docente, además del promotor del Congreso Nacional de Educación Emocional que va a tener lugar en Laguna del 25 al 26 de octubre y que atraerá a más de 600 personas
Especializado en la educación e inteligencia emocional, Ismael Simón comenzó a interesarse por estos aspectos al darse cuenta de que pertenecía a una generación a la que «apenas nos enseñaron a hablar de lo que sentíamos, ni a identificar y gestionar nuestras emociones». Sus primeros contactos profesionales fueron en el ámbito de las adicciones, para después trabajar en el Centro Psicopedagógico Don Sancho de Laguna, y actualmente es orientador y profesor en el Centro de Enseñanzas Gregorio Fernández, donde desarrolla distintos proyectos en esta línea y colabora activamente con la Asociación Española de Educación Emocional.
Por ponernos en antecedentes, ¿qué es la educación emocional y por qué es tan importante?
Es el proceso por el cual aprendemos a reconocer lo que sentimos y a poner nombre a nuestras emociones para gestionarlas mejor. Esto nos ayuda a vivir con más equilibrio, prevenir problemas de salud mental y afrontar los retos del día a día con calma y confianza, por eso no es que sea algo importante, es que es muy necesario en todas las etapas de la vida.
¿Es suficiente el trabajo en los centros educativos en este aspecto? ¿Se debe combinar con la familia y en la sociedad?
La educación emocional empieza a ocupar un lugar cada vez más visible en los centros educativos, pero no es suficiente. Hay que dedicarle tiempo, formación y recursos, y en muchos casos los propios profesores no han recibido una formación específica, lo que hace difícil llevarlo al aula. Además, la educación emocional no puede quedarse solo en la escuela, y para que sea efectiva necesita coherencia entre lo que se transmite en clase, lo que se vive en casa y lo que se observa en la sociedad.
Tiene que ser algo vivido, no solo enseñado, por eso es fundamental ser conscientes de que somos referentes emocionales, y que nuestro modo de actuar puede enseñar tanto como cualquier contenido teórico.
¿Puede educarse emocionalmente a cualquier edad?
Sí. Las personas estamos en constante evolución, y cada etapa de la vida ofrece oportunidades distintas para desarrollar nuestras competencias emocionales. Lo ideal es empezar desde el nacimiento, pues esas primeras interacciones marcan el desarrollo cerebral y de las estructuras implicadas en la regulación de las emociones. Algunas formas de trabajarla pueden ser actividades como el juego simbólico en la infancia, la escritura reflexiva en la adolescencia y la educación grupal o el acompañamiento terapéutico en la adultez. No hay una única fórmula, pero sí una clave común; el vínculo y la presencia emocional.
¿Existen malas prácticas en educación emocional? ¿Cómo pueden evitarse o reconocerse?
Claro, y suelen estar relacionadas con la falta de formación o con una visión reducida de lo que implica. Un ejemplo común es invalidar lo que la otra persona siente con frases como “no es para tanto”, “no llores” o “seguro que se te pasa”. Parecen inofensivas, pero hacen que la persona se sienta incomprendida o incluso culpable por sentirse así. Otro ejemplo son los consejos inmediatos del tipo “yo en tu lugar haría…”, cuando en realidad no se necesitan soluciones, solo ser escuchados.
¿En qué aspectos se denota mayor falta de educación emocional?
Hay varios planos, pero donde más se manifiesta y pasa desapercibido es en la manera de tratarnos a nosotros mismos; la autoexigencia extrema, la dificultad para reconocer nuestras necesidades emocionales, la autocrítica constante o la falta de cuidado hacia uno mismo son señales claras de una educación emocional poco presente.
Tienes 20.000 seguidores en Instagram y en tu perfil @ismagfe creas contenido sobre educación emocional, ¿cómo ayuda este trabajo?
Permite acercar conocimientos sobre educación emocional y salud mental a muchas personas que quizás no han tenido acceso a esta información por otros medios. A través de un lenguaje claro y accesible, se puede generar reflexión, ofrecer herramientas prácticas y romper estigmas.
Muchos de mis seguidores me escriben con consultas, dudas o sugerencias sobre temas a tratar, y eso denota que hay un deseo claro de aprender, de ponerle palabras a lo que uno siente y de encontrar herramientas que ayuden en el día a día.
¿Qué otros proyectos llevas a cabo y son importantes para la educación emocional?
Estoy creando un programa para el desarrollo de la inteligencia emocional a través de canciones, con artículos que exploran cómo la música puede utilizarse como herramienta educativa y terapéutica para trabajar emociones, vínculos y experiencias personales desde un enfoque creativo.
Educar en emociones es prevenir, es cuidar y es acompañar, y cuanto antes empecemos, más natural y transformador será.
¿Cómo surge la idea de celebrar el Congreso Nacional en Laguna y qué se espera de esta cita?
Hace unos años me hice miembro de la Asociación Española de Educación Emocional, entidad organizadora del encuentro y que busca con estos eventos visibilizar la importancia de la educación emocional, generar redes entre profesionales y personas comprometidas, formar y compartir experiencias. Tras ver lo que se había conseguido con los primeros congresos en Andalucía, y después de mucho trabajo, conseguimos que el próximo se celebre en Laguna y estamos muy orgullosos porque va a ser una cita de gran magnitud a la que asistirán un gran número de personas y profesionales de referencia en el sector.