24 de noviembre de 2024
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”Mi clave para crecer profesionalmente ha sido el contacto directo y cooperativo con las personas”

Laguneros por el mundo

7 de enero de 2021

La psicóloga lagunera Ana García estudia el doctorado en Criminología en Nuevo León (México), donde coordina distintos proyectos trabajando con colectivos vulnerables y profundiza con metodologías innovadoras con el arte por herramienta terapéutica.

Tras licenciarse en Oviedo y Madrid, Ana García se decantó por la Psicología de la Educación, una rama que decidió desarrollar en México gracias a una beca de cooperación y voluntariado. Después de ganar experiencia en un proyecto de rehabilitación de drogodependencia para mujeres, obtuvo una plaza becada para el Doctorado de Criminología en la Universidad Autónoma de Nuevo León, donde continúa dando pasos profesionalmente, inmersa en diversos proyectos formativos y de apoyo al paciente.

¿A qué campo de la psicología te dedicas, y qué proyectos llevas a cabo actualmente?

Me especialicé en Psicología de la Educación, pero en la parte más social, en concreto en el ámbito de menores en riesgo e infractores. Complemento esta formación con el área de psicología social, jurídica y de criminología, ya que es un campo muy multidisciplinar. De momento estoy realizando el doctorado, dando clases e interviniendo con colectivos como policías, defensoría o personas privadas de la libertad.

A su vez realizo psicología clínica desde áreas relacionadas, como el consumo de sustancias, familia, apoyo social o resolución de conflictos. Además, colaboro en una asociación de psicólogos, donde ofrecemos atención y coordino distintos proyectos, entre otros temas, sobre salud mental y servicios y trabajo sexual.

¿Qué experiencia y perspectivas te ha aportado formarte y ejercer la psicología en México?

Cuando llegué tuve que adaptarme a distintas situaciones que en España son menos frecuentes. Casos donde se vulneran los derechos humanos de las personas, donde sigue existiendo tortura y donde la gente tiene vivencias muy duras por culpa de la violencia, la corrupción o la impunidad. Esta realidad lleva a las personas a vivir procesos donde son por igual agresores o víctimas y es algo muy doloroso y complejo de tratar, sobre todo en grupos vulnerables. A ello hay que añadirle otros factores y dificultades como la falta de recursos básicos, mucha inseguridad, intolerancia y doble moral. Creo que las claves que me han permitido crecer como profesional son la constancia, el esfuerzo, la especialización, la práctica y sobre todo el contacto directo y cooperativo con las personas con las que intervienes y trabajas.

¿Las circunstancias sociales dificultan el acceso a la terapia psicológica entre la población mexicana?

Existe atención en salud pública, pero es muy escasa y deficiente en cuanto a personal y recursos. La mayoría que se lo puede permitir acaban recurriendo al área privada, por lo que gran parte de la población queda al margen de una atención de calidad. Pese a todo, los profesionales mexicanos se caracterizan por su trabajo y su lucha, y muchos de ellos adaptan sus servicios para hacerlos accesibles económicamente a las personas.

Una de tus fijaciones es la innovación en la metodología. ¿En qué consiste la arteterapia?

La música y otras artes como la escritura, el dibujo o la danza, nos permiten trabajar la expresión emocional, la comunicación y el control de algunas capacidades cognitivas como la atención y el pensamiento. En concreto la música es muy enriquecedora, ya que nos apoya al conectar con nuestras emociones, para identificarlas, sentirlas y expresarlas. Esto nos facilita la regulación emocional, creando acciones más sanas. Personalmente siempre intento integrar estas prácticas artísticas con trabajo cooperativo y dinámicas grupales, ya que ello ayuda a integrar de forma transversal un trabajo más inspirador.

¿Qué prioridades existen a la hora de mejorar el bienestar entre los sectores más vulnerables?

Es algo muy complejo, sistémico y muy difícil de explicar brevemente. Urge una regulación de los derechos y las condiciones laborales, ya que en México es habitual que las personas tengan trabajos informales, con muy bajos salarios. Ello genera una imperiosa necesidad de que toda la familia tenga que trabajar tempranamente y no pueda dedicar tiempo o recursos a la educación u otras actividades. Además, hay otras condiciones que se toleran como la no protección de la infancia y la adolescencia, la violencia de género, la falta de educación sexual y la moralidad clasista y religiosa, entre otras.

¿Cómo ha afectado el Covid-19 en Monterrey? ¿Ha limitado vuestra actividad profesional?

En general las medidas restrictivas no han sido muy duras. Actualmente hay algunas obligatorias y otras recomendadas. No han existido prestaciones como en Europa, aquí los medios han sido escasos debido a la falta de organización y a una distribución desigual por culpa de la corrupción. No obstante sí que ha habido medidas hospitalarias. Psicológicamente la pandemia ha afectado mucho a la población: nos llegan ahora más que nunca casos en relación a miedos, fobias, ansiedad, depresión y problemas de pareja, disparados por las circunstancias.

A nivel profesional soy un poco reacia al trabajo online, pero gracias a distintas aplicaciones y herramientas, y tras un período adaptativo un poco caótico, creo que podemos desarrollar un buen trabajo.

¿Qué ventajas has encontrado en tu vida en México? ¿Te planteas seguir viviendo allí a medio plazo?

He tenido vivencias espectaculares, como una especie de montaña rusa por los cambios culturales y sociales tan grandes. He podido viajar y conocer un país de enorme diversidad cultural, así como personas muy diferentes, que me han hecho ser más sensible, empática y resiliente. Me ha permitido ver la vida de una forma mucho más humilde y aprender a valorar muchas cosas. Como inconvenientes está muy presente la inseguridad, una barrera sobre todo para las libertades y condiciones como mujer. Por el momento tengo planes de acabar el doctorado y después irme de México, aunque no sé aún a qué país.