27 de julio de 2024
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‘Desenmascarando la política’, por Delfín Lozano

Rincón para la reflexión

30 de mayo de 2024

Parece ser que la sociedad no quiere darse cuenta de que no solo cambia ella misma, sino también nuestra forma de vivir en la Tierra. Por ello, gestionar la vida de los cerca de 9.000 millones de habitantes es lo más difícil de realizar, por no decir que es casi imposible de llevar a cabo.

En una sociedad como la actual la dependencia del dinero para poder vivir es total. Como este es propiedad de una serie de familias y fondos de inversión que acaparan más del 95% del total mundial, todas las decisiones importantes las deciden los dueños del dinero.

El hecho de que el dinero mande en el mundo y sus dueños sean una minoría, nos obliga a ceder toda nuestra independencia personal a esos señores, pero siempre nos queda la posibilidad de culpar, de nuestros problemas, al de enfrente. Para ello solemos culpar, casi siempre, a la clase política más próxima a nuestro entorno.

La gran dificultad que tiene gestionar una sociedad tan amplia como la actual nos ha llevado a que los políticos se conviertan en gestores de algo que dirimen los señores del dinero, cambiando la ideología por el dinero y dejando al resto de la sociedad como consumidores de lo que se precisa y de lo que no se precisa para vivir, fortaleciendo, cada vez más, con nuestro consumo, a los dueños del cortijo.

Siendo conscientes de que los humanos tenemos incrustado en nuestros cerebros el que cualquier tipo de actividad que desarrolle el cuerpo debe obtener algún tipo de compensación, y viendo cómo el sistema ha sido receptor de esa costumbre, llegan a ser capaces de controlar nuestros cerebros, con lo que hasta que el cerebro humano no sea capaz de regular su cuerpo, en base a un consumo adecuado, seremos dependientes del que tiene el poder económico, o sea del dinero.

Posiblemente, si las soluciones que se plantean continúan siendo todas en base al poder o a la tenencia de dinero, nunca existirá una mínima justicia humana: será otro tipo de justicia, pero solo para una mínima parte de la sociedad.

Al final, lo que suele suceder es que los profesionales de la política informan a los profesionales de la comunicación lo que ellos quieren que se sepa, casi nunca lo que han tratado en sus importantes reuniones. Estos, con una sola frase que les dé él político de turno y algo que suelen incluir de su cosecha propia, crean una amplia información, dando su opinión, y el ciudadano se lo cree todo, sin pararse a pensar que, casi siempre, le están engañando.
Lógicamente los políticos profesionales suelen estar bastante bien compensados de diferentes maneras. Los profesionales de la información deben ser muy obedientes a los mandatos de sus jefes, los cuales, casi siempre, forman parte del poder económico. Aunque en este momento de crispación generalizada nos aburran con sus manifestaciones sobre que la democracia tiene su base en el periodismo, también podrían pensar que el resto de la sociedad es la que, con su esfuerzo, su consumo y sus impuestos, financia todo este mercadeo.

Posiblemente el deterioro del planeta, o como lo llaman algunos, el cambio climático, pueda suponer, además de unas enormes dificultades para toda la humanidad, la posibilidad de que el sistema económico reflexione, y como solo tiene en su baraja una única herramienta, que es vender a la ciudadanía el consumo, del cual es del que consigue sus enormes beneficios, tengan que comenzar a inventarse otra “patraña”, porque aunque ellos quieran fabricar más, la Tierra no da para más, con lo que los ciudadanos nos tendremos que conformar con menos consumo, y eso también puede ofrecernos otras opciones políticas.

Quizás, en un momento de elecciones como el actual, los medios, para vender más, siempre sacan a relucir la necesidad del cambio. Sin embargo, lo que uno percibe es que se está profesionalizando tanto la política que la entrada en ella de ciudadanos de las nuevas generaciones, que ya tienen asumida la política como profesión, hace que en sus mítines se obliguen a decir algo que les permita mantenerse en ella y a eso los medios lo llaman cambio.

Posiblemente haya muchas personas que no quieran o no puedan pensar, pero lo que parece evidente es que si la esencia del sistema económico está en aprovecharse del débil para ganar dinero y para ello lo deshumanizan, y la sociedad los considera como poderes, sigan cometiendo los mismos errores y no consideren que están fomentando el odio y la posibilidad de volver a la Edad Media.

Quizás, para paliar el contenido de esos dichos, que algunas generaciones utilizan tan a menudo, como el “ya veremos” o “esto ha sido siempre así”, sería conveniente reflexionar sobre la vida que vivimos, crearnos un criterio propio y no lo que diga el famoso de turno, para conseguir tener la menor dependencia posible.

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