Entrevistamos a Valeria Cuestas, cuyo estudio de Pilates lleva casi una década ofreciendo experiencias de movimiento sin dolor y que ha ayudado a mejorar la calidad de vida a muchas personas.
¿Qué es el dolor?
Como imaginarás, el dolor no es algo malo. El dolor es una respuesta normal ante aquello que el cerebro cree que es una amenaza. Es la forma que tiene nuestro sistema nervioso central de avisarnos de que existe un peligro para nuestro cuerpo. Se define al dolor como una experiencia angustiosa asociada a un daño o lesión (real o potencial) con componentes sensoriales, emocionales, cognitivos y sociales.
Entonces, ¿el dolor tiene también factores psicosociales?
Desde luego, tenemos que entender que el dolor no es algo aislado que solo afecta de manera física a la persona. El dolor lo cambia todo: su forma de moverse, de relacionarse, de respirar, de comer, de descansar, etc. En general, las personas que tienen dolor de larga duración tienen una percepción de disminución de su calidad de vida bastante importante: el 45% cree que afecta gravemente a su vida personal y laboral. Además la persona se acaba viendo envuelta en un círculo vicioso porque deja de moverse. Pero el ejercicio genera inhibición del dolor, con lo que, dejar de moverse es, quizás, la peor decisión que puede tomar. Podríamos decir que las creencias y actitudes de la persona frente al dolor pueden ser determinantes para que el dolor se cronifique o no.
Decías que el dolor lo cambia todo. ¿Qué otros aspectos nos cambia?
Siempre que hay dolor persistente, hay algún grado de sensibilización en los sistemas nerviosos central y periférico. Dicho con otras palabras, el sistema nervioso central se “colapsa” y continúa enviando información de dolor al sistema nervioso periférico aunque el daño o amenaza haya desaparecido. Es decir, se pierde la relación entre el daño real y el dolor que percibimos.
¿Qué es el dolor crónico? ¿A qué personas van dirigidas estas clases?
La Asociación Internacional del Estudio del Dolor explica que el dolor crónico es aquel dolor que se extiende más de 3 a 6 meses desde su aparición o que perdura más allá del período de curación habitual de una lesión tisular o es aquel dolor asociado a una patología crónica. Nosotros estamos trabajando con la primera parte de esta definición. Es decir, en aquellos casos en los que ha pasado el período de recuperación normal de los tejidos y el dolor permanece. Son situaciones de dolor lumbar persistente y benigno.
¿En qué podríamos diferenciarlo de las otras clases de pilates que ofrece vuestro estudio?
Tomamos aquello que estamos haciendo desde hace 10 años (que es proporcionar experiencias de movimiento positivas y sin dolor) para conseguir mejores resultados con un abordaje multidimensional con el objetivo de que el potencial de mejora sea todavía mayor e intentamos que, a pesar del dolor que está experimentando, la persona pueda recuperar un porcentaje importante de sus actividades cotidianas y mejorar su calidad de vida.
Siempre habéis destacado por el trato personalizado, ¿cómo es en estos casos?
Primero realizamos una entrevista exhaustiva para identificar el tipo de dolor, si es localizado, si se irradia hacia las extremidades, si empeora por las noches, etc. Cuando a ese dolor podemos ponerle nombre y apellido pasamos a identificar si está asociado a un trauma, a un movimiento, a una sobrecarga, si la persona experimenta dolor con estímulos que no deberían producirlo, con qué recurrencia lo experimenta, qué creencias tiene la persona respecto a su dolor, cuál es su estilo de vida, etc. Al final acabamos haciendo un “mapa” del dolor que nos sirve de guía para poder crear un programa específico para las necesidades de esa persona.
¿Ese “mapa” es fácil de construir?
La mayoría de las veces es muy fácil porque la persona viene al estudio y lo explica perfectamente: sabe exactamente cuándo comenzó el dolor, dónde le duele, cuándo le duele y qué movimientos son los que se lo generan. Otras veces a la persona le cuesta un poco más identificar la zona de dolor o lo perciben en una zona distinta o lejana a la afectada, no saben por qué les duele o qué movimientos se lo agudizan. También hay ocasiones en las que se percibe dolor sin que haya daño o lesión que lo justifiquen.
¿Cómo se trabaja con estas personas?
Cada persona va a requerir un programa distinto según sus necesidades. En general diría que educando a la persona al dolor y dándole herramientas para que sepa gestionarlo. Explicándole que el movimiento no es un evento que suceda en los músculos, sino que sucede en nuestro sistema nervioso central y que se ejecuta a través de los músculos. Cuanto más tiempo haya pasado la persona con el dolor, más trabajo nos cuesta reeducar al sistema nervioso central. Pero la educación al dolor y el movimiento gradual y progresivo suele ser lo que da mejores resultados con estas personas.