3 de octubre de 2024
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Pósitos o alhóndigas, los primeros bancos sociales basados en el valor del grano de trigo

Retrospectiva

18 de julio de 2021

Durante siglos, en Laguna existieron estos almacenes de cereal, que funcionaban como institución de ahorro y préstamo para apoyar a los vecinos en épocas de hambruna

Pósitos, alhóndigas o fundaciones. Así se denomina a los antiguos almacenes de trigo que sirvieron, durante siglos, como ‘bancos sociales’ para prestar grano a los agricultores en caso de necesidad en épocas de hambruna. Se trataba de unas instituciones controladas por la corona, que funcionaban acumulando grano en tiempos de abundancia para prestarlo, con interés bajo, cuando la crisis, las sequías, las enfermedades y las malas cosechas azotaban a la población.

Los orígenes de los pósitos se remontan incluso a la época del Imperio Romano, y se generalizaron durante el antiguo régimen en la corona de Castilla, surgiendo en muchos lugares a iniciativa de los propios municipios. Hay que destacar que en la Edad Media ya existían los préstamos, y en sus orígenes los pósitos servían para garantizar el abastecimiento urbano, en ocasiones en previsión de motines y alborotos ocasionados por la escasez. A menudo existían de mano de fundaciones particulares de personas caritativas, aunque posteriormente funcionaron bajo una administración municipal.

En el caso de Laguna de Duero, se tiene constancia de la fundación de un pósito en el año 1563, cuando el corregidor de Valladolid visitó la aldea lagunera y se preocupó por la inexistencia de un almacén de grano que pudiera y debiera cubrir los riesgos de las hambrunas. De esta manera, instó a las autoridades municipales de la época para crear un pósito concejil. La fundación de Luis Daza y su mujer, con 40.000 maravedíes, sirvió para capitalizar este pósito vecinal, tal y como recoge en ‘El Cronicón’ de Laguna el historiador Javier Palomar.

En general, con los siglos, las actividades financieras fueron haciéndose más y más complejas hasta el siglo XVIII, cuando surgieron nuevas instituciones financieras como el Monte de Piedad de Madrid o el Banco de San Carlos. Económicamente hablando, llegado el siglo XIX los pósitos permitieron controlar el movimiento de precios del cereal, y se orientaron a luchar contra la usura, uno de los males más nefastos para la agricultura española en esta época.

Las propias administraciones y el Estado llegaron a usarlos como medio de financiación de emergencia en caso de guerras o epidemias. En el entorno rural permitieron contribuir al desarrollo local, generando a partir de ellos escuelas o mejoras de obras públicas. Ya en el siglo XIX, lejos de desaparecer, se consolidaron como instituciones de crédito agrícola, a menudo excitando la codicia del caciquismo municipal de la época.

Precisamente en Laguna de Duero existió otra alhóndiga, fundada en 1599 por el cura Francisco González Fraile en su testamento para socorrer a campesinos pobres, la cual duraría hasta el siglo XIX. Fundada con 500 ducados, esta alhóndiga socorría a los más necesitados, quienes se podían beneficiar de trigo en grano -para la siembra en los malos años- o en pan cocido. A modo de anécdota, los franceses, a su paso por Laguna durante la Guerra de la Independencia, robaron 278 fanegas de trigo de este almacén en el año 1809.

Se tiene conocimiento de que, en el año 1882, la gestión municipal retomó el control de este imprescindible servicio social en Laguna. Este nuevo pósito buscó ya formas más prácticas de atender las necesidades de trigo de los labradores, prestando directamente en dinero en metálico. En 1915, el Ayuntamiento destinó 3.500 pesetas para préstamos del pósito. Según los registros, los labradores pedían pequeñas cantidades de dinero, por debajo de las 200 pesetas, que se devolvían por entonces con un 5% de interés. En los años 30 del pasado siglo, entre 50 y 60 labradores pedían dinero prestado al pósito anualmente, y todas las solicitudes eran atendidas sin que se llegasen a agotar los fondos.

Algunos estudios manifiestan que, ya en el año 1962, subsistían y funcionaban en España un total de 2.520 pósitos. Avanzado el siglo XX la capitalización se acrecentó notablemente, con el propio avance de la inflación monetaria. Hasta los años setenta se seguía pidiendo préstamo en estas entidades, que se habían consolidado ya como auténticos bancos financieros rurales. “Nos encontrábamos al final de la historia de una institución social y asistencial que fue imprescindible durante 400 años, y que coadyuvó de manera notable a la subsistencia de la comunidad lagunera durante siglos”, explica Palomar.

Las duras condiciones del campo

Durante siglos, los pósitos ayudaron a subsistir a generaciones de laguneros, los cuales carecían de coberturas sociales, salvando ciertas obras pías o las prestaciones del Círculo Obrero Católico tras su fundación. El trabajo en el campo se veía a menudo afectado por sequías, que reducían la producción de manera severa. Gracias a ellos, en época de paro estacional o de falta de trabajo podían resolver la carestía de alimentos para dar de comer a sus familias, devolviendo la cantidad junto con una parte más de trigo, en concepto de ‘creces’. Por lo general, la “masa jornalera” que trabajaba el campo lo hacía, durante siglos, en condiciones de malnutrición, en jornadas de sol a sol con escasas horas de descanso diarias y con un salario que a veces se materializaba, en parte, en forma de vino, y que no servía, ni de lejos, para alimentar a una familia.

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